miércoles, 13 de enero de 2010

22-Último día en Bolivia


CopacabanaBolivia — miércoles, 13 de enero de 2010

El viaje de regreso desde la Isla del Sol hasta Copacabana fue cansador. Sentía que me faltaba el aire en esa lancha y a aquella altura, además hacía mucho calor. Muchos de los pasajeros nos enojamos cuando la lancha se desvió de su trayecto para visitar una islita flotante, construida especialmente para los turistas, ya que no nos habían avisado de esto, y el viaje se extendería unos cuántos minutos más.

Llegamos a la costa junto con la llovizna y enseguida nos pusimos a buscar una agencia donde comprar pasajes para el día siguiente. Javier, mi compañero de andanzas por toda Bolivia, ya terminaba sus vacaciones y emprendía un maratónico viaje hacia La Paz, y de allí a Salta para llegar a Buenos Aires.

Matías y José, nuestros amigos brasileros que nos acompañaban desde La Paz irían directo hacia Cuzco y yo quería ir a Puno al menos dos días para realizar los distintos tours que allí se acostumbran hacer. En la primera agencia nos atendieron mal. Había mucha gente y un solo empleado que en el apuro por atender quería despacharnos rápidamente. Nos contestaba apurado y no daba demasiada información. Hasta que de repente soltó una frase que enfureció a Matías: “Díganme si van a comprar o no, porque me están espantando a los clientes”. Probablemente el hombre se refería a que nuestras dudas y preguntas sobre los distintos pasajes, destinos y precios, le quitaban tiempo para atender a las demás personas que estaban allí esperando, y algunas dejaban el local y se iban a otra agencia ya que quedan todas en la misma cuadra. Esta parecía un poco más económica pero Matías salió de allí tan enojado que era impensable volver.

Fue imposible conseguir pasajes directos hasta Cuzco, así que los brasileros decidieron ir a Puno conmigo y adquirir sus pasajes en aquella ciudad. Regresamos al hostal donde, ya siendo un grupo lo suficientemente integrado, alquilamos por unos pesos más una habitación para cuatro, más linda y con baño privado. Así que esta vez no había que preocuparse por la asidua convocatoria que siempre había en las duchas compartidas.Por la noche recorrimos la Avenida Principal, que sólo habíamos visto de noche (habíamos pasado caminado por allí la mañana anterior pero no vimos nada debido al apuro), y la famosa catedral de Copacabana. Un edificio enorme cuyas puertas de madera tallada son una verdadera obra de arte.











Fuimos a cenar a un lugar que para mi gusto era bastante caro, ya que enfrente de aquel restaurante ofrecían el mismo menú a mitad de precio. Pero lo bueno de este grupo era la buena onda y la falta de cuestionamientos. Cada uno cenaba donde se le daba la gana y los demás lo acompañaban. Así fue a lo largo de todo el viaje. Al menos así sucedió conmigo, que era el que más andaba en plan de ahorro, por la extensa duración de mi viaje.

Después de que los chicos cenaran, me tocó a mi en el restaurante de enfrente. Otra vez me trajeron la sopa junto con el plato principal, esta vez pescado (ya había perdido el miedo a intoxicarme). Pero no estaba dispuesto a comer nuevamente la comida helada, así que devolví el pescado y pedí que me lo trajeran cuando terminase la sopa. El empleado nos miraba como si fuéramos locos. Encima, de los cuatro que estábamos allí uno sólo cenaba y los otros tres tomaban una cerveza. Para despedirme pedí un postre. Me dijeron que no había nada dulce.

Un rato después escucho como a unos pibes de la mesa contigua le ofrecen un panqueque con dulce de leche. Llamé al mozo, le reclamé un panqueque con crema, y me lo trajo, pero la crema, además de desabrida tenía el aspecto de espuma de afeitar.Después de una última recorrida por el centro nos fuimos a dormir. Había que levantarse temprano y nos habían advertido que el ómnibus era puntual. Así transcurrió mi última noche en una Bolivia que me fascinó y que me trató de manera espectacular. Y el último día de vacaciones de Javier, un tipazo al que conocí arriba de un micro y con el que compartí 12 días geniales, que aguantó mis berrinches y terminó acompañándome de pura casualidad en esta formidable aventura.














Mirá el video de este capítulo:
http://www.vimeo.com/13664837












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