martes, 19 de enero de 2010

32-Camino a Machu Picchu


Aguas CalientesPerú — martes, 19 de enero de 2010

No había llegado a dormir dos horas, cuando una serie de golpes a la puerta me despertó. Sin abrirla, mantuve un diálogo con un supuesto empleado de la agencia que venía a buscarnos para acompañarnos hasta la misma. Tal como lo había adelantado mi vecino, el horario de partida se había adelantado debido a los posibles inconvenientes que ocasionaría el paro de transportes.
La presencia del empleado de la agencia turística en la puerta de mi cuarto me generó cierta desconfianza. No lo quise acompañar y le aseguré que se fuera tranquilo, que en media hora yo estaría listo en la puerta de la agencia. El problema era que mis compañeros de cuarto Matías y José se habían quedado de juerga por los pubs cuzqueños, y vaya uno a saber en cual de todos ellos estaban.
Terminé de ordenar todo y salí rápido de allí, recién estaba amaneciendo. Cuando llegué a la Plaza de Armas divisé a los brasileros en la puerta de un pub, pasados de sueño y de alcohol. Estaban haciendo tiempo para no ir al hotel y quedarse dormidos. No estaban enterados de nada de lo que había pasado durante la madrugada. Cuando los puse al tanto salieron volando al hotel, a agarrar plata y dejar sus mochilas listas además de ordenar el caos de ropa desparramada que habían dejado en el cuarto. Les dije que se apuraran, que yo explicaría en la agencia lo que pasaba y les pediría que los pasásemos a buscar por la puerta del hotel.

La agencia quedaba a una cuadra de la Plaza de Armas. Cuando llegué no había nadie con excepción del mismo tipo que había estado hacía 40 minutos en la puerta de mi cuarto. Me preguntó por mis amigos, le expliqué que habría que pasarlos a buscar por el hotel. Me pedía el dinero, ya que nosotros sólo habíamos dejado una seña la tarde anterior. Yo me preguntaba donde estaba el resto de los turistas que realizarían el tour porque la agencia estaba cerrada y allí no se veía a nadie. Le dije que el dinero lo tenían mis amigos y que le pagaríamos una vez que estuviésemos los tres a bordo del minibús. Tenía mucha desconfianza como para decirle que llevaba el dinero encima. Me acompañó entonces hasta la Catedral desde donde saldrían los distintos transportes hacia Machu Picchu. ¡Al fin vi gente! Subí al vehículo y el molesto personaje subió junto conmigo. Le explicó al chofer que debíamos pasar por nuestro hotel a buscar a dos personas y que allí el descendería del mismo, una vez que le pagáramos lo que le debíamos.
Cuando llegamos, ya Matías y José estaban en la puerta. El tipo se bajó y yo atrás. Sabía que Matías iba a poner el grito en el cielo porque él ya había pagado la seña por los tres, apenas llegué agitaba sus brazos y gritaba: “¿Pero cómo que hay que pagar de nuevo?”. No podía explicarle que yo llevaba el dinero encima pero tenía miedo de que el peruano me robara y por eso le dije que la plata la tenían ellos.

Solucionado el asunto, subimos los tres a la Van y nos quedamos dormidos en 10 minutos. Desperté por unos minutos en Ollantaytambo y continué durmiendo. Cuatro horas más tarde escuchaba risas entre sueños y me desperté nuevamente. Mi cara totalmente aplastada contra la ventanilla con la boca completamente abierta era el entretenimiento de una veintena de ciclistas que me sacaban fotos desde abajo muertos de risa. Entonces supe que llevábamos allí más de dos horas debido a un derrumbe a pocos metros y que una larga fila de vehículos se había amontonado a lo largo de la ruta, además de los ciclistas que suelen hacer esta primera parte del viaje en bici y que se divertían tomando fotografías de mi cara aplastada contra el vidrio, y los pasajeros de la Van en la que viajábamos, quienes más tarde, entrando en confianza confesaron que también me habían sacado fotos.












Media hora después de haberme despertado, se despejó el derrumbe y continuamos viaje. Mi mayor preocupación eran las crecientes ganas de ir al baño. No habían pasado quince minutos que debimos parar por un desperfecto en la Van. Media hora más. Afortunadamente fue en un pequeño pueblito y eso me posibilitó ir al baño mientras intentaban arreglar el vehículo.

Otra media hora. Tercera parada. No entiendo nada de mecánica pero comprendí que a ese paso nunca llegaríamos a la Hidroeléctrica  antes de las cinco de la tarde, horario en el que muchos debían tomar el único tren que va hasta Aguas Calientes. Pero eso a nosotros no nos preocupaba tanto porque ya habíamos decidido ir caminando por las vías.
Finalmente dividieron al grupo en dos, y no repartieron en dos combis de aquellas que van detrás de los ciclistas por si acaso alguno se cansa o se descompone y que llevan arriba las bicicletas. Hasta tuvimos tiempo de parar para almorzar en Santa Teresa. Allí el coordinador llamado Freddy nos hizo un mapita y nos explicó cómo llegar hasta el hotel donde nos estaría esperando.

Diez minutos antes de llegar a la Hidro vimos al grupo que iba en la otra Van empujándola en medio del camino. Nunca supimos si llegaron a tomar el tren.
Nosotros llegamos hasta la estación Hidroeléctrica donde tuvimos que registrarnos para emprender desde allí la caminata más linda que realicé en mi vida, nada menos que hasta Machu Picchu.
Es importante destacar que el paisaje que disfrutamos en las 11 horas que duró el viaje es inigualable. No apto para vertiginosos. La primera parte del camino es de cornisa pero asfaltada y señalizada, aunque siempre hay riesgos de derrumbes. Después nos internamos en la selva y más tarde, ya en caminos de ripio, atravesamos ríos y ladeamos cerros teniendo desde allí unas vistas impresionantes. Los imprevistos son siempre parte del viaje pero vale la pena hacerlo si se quieren disfrutar a pleno las maravillas paisajísticas que ofrece el Perú.




Mirá los videos de este capítulo:
http://www.vimeo.com/14379181
http://www.vimeo.com/14409248
http://www.vimeo.com/14438462

















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