jueves, 31 de diciembre de 2009

6-Año nuevo humahuaqueño


HumahuacaArgentina — jueves, 31 de diciembre de 2009

El último día del año nos levantamos dispuestos a dejar Tilcara y partir hacia Humahuaca. En los últimos minutos en el departamento de Delia tuve un percance: después de desayunar me di cuenta que me faltaba la billetera. Tuve que volver al cuarto y revolver todo, y vaciar la mochila completa hasta que finalmente la encontré. El barcito de Delia quedó cubierto de hojas de coca, ya que la bolsa completa se me cayó mientras vaciaba la mochila.

Caminando hacia la Terminal nos encontramos con un bar muy pintoresco, propiedad de un tipo que se llamaba José San Martín. Por ese lugar habíamos pasado la noche anterior y oímos música pero las puertas estaban cerradas. El propietario nos contó que es perseguido por las autoridades de Tilcara y que en reiteradas ocasiones, incluyendo la noche anterior, le habían clausurado el local (ver video http://vimeo.com/11987153)

Unas horas después estábamos en Humahuaca. Alquilamos unas habitaciones con baño compartido por $ 20. Paseando por la ciudad nos encontramos a Marina y Gladys, las chicas con quienes compartimos aquel asado en Purmamarca. Después de comer, los chicos se echaron una siesta y yo aproveché para recorrer la ciudad: la plaza central, la municipalidad, la catedral, el monumento a los héroes de la independencia y el cementerio.


Por la tarde nos fuimos todos a Peña Blanca. Un cerro blanco cerca del centro de la ciudad, al que subimos y donde nos quedamos un buen rato contemplando una vista maravillosa. Cuando el sol comenzaba a ocultarse y las cañitas voladoras amenazaban introducirse en nuestras caras en su vuelo ascendente, decidimos bajar y prepararnos para festejar el año nuevo al mejor estilo humahuaqueño.

El festejo comenzaba a las 21, a unas cinco cuadras de la plaza, en un callejón muy oscuro (toda Humahuaca es oscura por las noches con excepción del monumento). Habremos estado una hora parados en una esquina junto a los músicos de la comparsa. En varias oportunidades me acerqué a ellos a preguntarles qué estábamos esperando allí, porque a ese paso nos iba a agarrar el año nuevo parados en aquella tenebrosa esquina sin tener idea de si efectivamente saldría la comparsa o si los festejos se limitaban a tocar bombos y trompetas sin moverse del lugar. Pero la respuesta de los músicos sólo dejó más preguntas: “-Hay que esperar que baje el diablo-”, “¿Ah, si? ¿Y de dónde baja?” pregunté atónito. “De allá arriba”, me contestaron, mientras señalaban el final del callejón, vestíbulo de una verdadera salamanca.

Los trompetistas y bomberos (no sé cómo se llama a quien toca el bombo), no mostraban demasiado interés en dar datos sobre el modo ni sobre el comienzo de aquella celebración. Nosotros, muertos de hambre, tomábamos cervezas mientras intentábamos sacar alguna foto en aquella terrible oscuridad, y quedamos aún más desorientados cuando comprobamos que el único personaje que andaba por allí vestido de diablo sostenía entre sus manos un cartón de vino y apenas si se podía tener en pie.
Pero de repente, la cosa tomó otro rumbo. Sorpresivamente, decenas de “diablitos”, chicos y grandes, salieron de una casa a los alaridos y se pusieron a danzar al compás de las trompetas mientras agitaban sus largas colas con cascabeles. La comparsa  inició entonces su recorrido por el pueblo, seguida de otras decenas de personas que coreaban al son de trompetas, bombos y platillos:
[i][i]Ahora no hay que doooormirseSoy de la juventuálegreeeTodo es cantar y bailaaaar¡Que viva nuestra comparsa![/i][/i]Realmente fue emocionante ver como a medida que la comparsa avanzaba por las calles, vecinos, turistas y curiosos se unían a ella cantando y fotografiando a los diablitos de coloridos trajes que encabezaban la marcha pegando alaridos y con una extraña danza que consistía en formar círculos corriendo y agitando sus colas. ¡Y que a nadie se le ocurriese cruzarse entre los diablos a tomarles una foto porque terminabas formando parte de la comparsa a pesar tuyo! Te agarraban del brazo y te hacían dar vueltas hasta que otro te hacía lo mismo.

La comparsa concluyó su marcha en el salón de la “Juventud Alegre” y nosotros, alegres, eufóricos y emocionadísimos, ni nos habíamos fijado que ya eran las doce menos cuarto y ni siquiera habíamos cenado. Nos metimos apurados a un supermercado, donde las empleadas se la pasaron huyendo de mi cámara y la cajera nos sacó la cuenta escondida debajo del mostrador para evitar ser grabada. Compramos pan, fiambre, frezzé, sidra, cerveza, uvas, pan dulce y papas fritas. Y el 2010 nos recibió en la placita de Humahuaca junto a otros turistas, con fuegos artificiales y una incesante melodía proveniente del campanario de la ciudad. Enseguida la plaza se llenó de curiosos, muchos porteños. Hasta Marina y Gladys aparecieron nuevamente.

La fiesta terminó en “El Aisito”, una supuesta peña (en realidad era un pub en el que pasaban música folclórica). Allí fueron a parar todos los turistas que estaban en Humahuaca. Me encontré con gente con quien había estado charlando en Purmamarca, en la casa de José: unas chicas de San Telmo y unos franceses que me enseñaron a cantar: “Gastón y al telephon qui son”. Esa noche conocimos a tres porteñas que paraban en el mismo hotel que nosotros: Lucía, Ceci y Connie, quienes me acompañarían por bastantes días más en la aventura. A las tres de la mañana de este primero de enero, después de un día fructífero, emocionante, y agotador, Mariano, las chicas y yo nos fuimos a dormir, mientras Javi y los tres sanjuaninos siguieron de juerga vaya a saber hasta qué hora. Un año nuevo diferente a los que suelo vivir desde que tengo memoria.



Mirá los videos de este capítulo:

miércoles, 30 de diciembre de 2009

5-Tilcara: Pukará, museos y fogón


TilcaraArgentina — miércoles, 30 de diciembre de 2009

El remís que debía pasar a buscarnos nunca llegó. El micro de Jama Bus salía para Tilcara a las 11: 15 hs, así que a las 11: 05 cargamos las mochilas y empezamos a caminar las 10 o 15 cuadras que nos separaban del pueblo. La esperanza era hacer dedo y que alguien nos acercara, pero ni un solo auto pasó por allí el tiempo que duró la caminata. Cuando llegamos eran las 11:30 y el micro aún no había llegado al pueblo. Al principio nos alegramos pero después de una hora y media de espera decidimos comprar pasajes en la empresa Evelia y tirar a la basura los del Jama Bus que nunca llegó. Compramos un poco de queso de cabra y emprendimos el viaje a Tilcara que duró menos de una hora. En el camino pasamos por Maimará, donde pudimos observar la “Paleta del Pintor” y el pequeño cementerio suspendido entre los cerros.
Ya en Tilcara, empezamos a caminar en busca de hospedaje.   La mayoría no bajaban de $ 50. Encontramos la casa de Delia (La Albahaca Hostel), que tenía todas las habitaciones ocupadas pero le quedaba un departamentito en un segundo piso, con terraza y todo para seis personas. Nos lo dejó por $ 100 a los tres con desayuno incluído. Yo subí a verlo y vi que estaba bastante lindo, les grité a los chicos que subieran y desde la terraza vi a tres flacos que andaban con la mochila a cuestas. Habían viajado en el mismo micro que nosotros y ya los habíamos visto en Purmamarca, y como donde duermen tres duermen seis, los invitamos a compartir el depto. Eran sanjuaninos: Pato, Chulo y Seba.
Después de unos sanguchitos y unos panes con dulce de leche y queso de cabra nos encaminamos los seis hacia el famoso pukará de Tilcara. Desde lejos, podíamos divisar el pukará, pero no encontrábamos el camino para llegar. Terminamos metiéndonos en una casa y luego de saltar un muro aparecimos en un lugar repleto de cactus de las más diversas especies. Después nos enteramos que este era el Jardín Botánico de Altura, que a su vez comunicaba directamente con el pukará. Lo recorrimos todo y una vez en la cima nos sentamos a descansar, a tomar fotos y contemplar la maravillosa vista que se tiene desde allí arriba. Unos uruguayos tomaban mate por allí y me acerqué a pedirles que me convidasen uno, ya que llevaba cinco días sin tomar un buen mate.
Cuando regresamos decidí volver por el pukará y no por el camino que tomaron los chicos, para poder recorrerlo tranquilo ya que la subida había sido un poco a los apurones. Una vez que salí de allí perdí de vista al grupo. Terminé perdido en Tilcara sin poder hallar el departamento de Delia.
Finalmente me dirigí hasta la Terminal de ómnibus para poder ubicarme y allí me encontré con los sanjuaninos y más tarde con Mariano y Javi que estaba recorriendo la ciudad. Hice una visita rápida al Museo de Arte y a la Feria Artesanal que hay en la plaza. En una esquina vi un letrero: “Casa Lavalle”, entré y obtuve una excelente visita guiada a la casa histórica donde no solo pude ver una instalación de los elementos que rodearon el velatorio de Juan Lavalle, sino también pinturas y enormes collages realizados con semillas y flores secas por los habitantes de Tilcara.
De allí me fui a una tienda donde compré una campera de lana y luego al departamento a darme una ducha. En el camino me crucé con una vendedora de “empanadillas”. Son unas empanadas muy sabrosas con dulce de cayote, fruta similar a la sandía muy somún en el norte.
Llegada la noche, la única peña en la que había mucha gente estaba colmada, así que fuimos a un restaurante frente a la gran plaza donde cenamos muy bien. Comí milanesas de berenjena y probé el dulce de cayote con nuez. Riquísimo. Después de la cena buscamos en vano un lugar donde hubiese alguna fiesta o algo de gente. Terminamos coladísimos en un fogón dentro de un camping. Los chicos se quedaron hasta tarde. Yo me volví a eso de las dos de la mañana pero me perdí otra vez en la oscuridad de Tilcara. Pasé más de una hora caminando en círculo y apareciendo siempre en la misma esquina. Agotadísimo (las calles son en subida) llegué al departamento, me acosté y caí rendido. Los chicos llegaron media hora después.


Mirá los videos de este capítulo:

http://www.vimeo.com/11823633
http://www.vimeo.com/11826913
http://www.vimeo.com/11858845
http://www.vimeo.com/11874889
http://www.vimeo.com/11875771


martes, 29 de diciembre de 2009

4-Salinas Grandes y Paseo de los Colorados


Salinas GrandesArgentina — martes, 29 de diciembre de 2009

Día de mucho calor en Purmamarca. Hicimos el Paseo de los Colorados, un espectáculo de colores más que imponente. Tomamos muchas fotos. La entrada a este paseo se encuentra “oficialmente” clausurada, ya que existeactualmente una disputa legal entre los propietarios (es un camino privado) y la Municipalidad, por lo cual no es posible acceder en vehículos pero sí a pie. Lleva 45 minutos aproximadamente recorrerlo a paso tranquilo. Como la tranquera de salida estaba cerrada nos metimos en el cementerio y pudimos salir por allí. Después de una recorrida por el silencioso pueblo (los festejos del día anterior habían cesado), José nos pidió un remís que nos llevaría a los tres hasta las Salinas Grandes.


El camino a las Salinas Grandes está lleno de curvas y es totalmente en subida, un constante camino de cornisa que supera los 4.000 metros de altura, asfaltado, eso sí. Es el mismo por el que se llega al Paso de Jama en la frontera con Chile.


Víctor, nuestro chofer, hizo a la vez de guía. Las curvas son tan pronunciadas que no paré de balancearme constantemente de un lado hacia el otro. En algunos momentos podíamos ver las nubes debajo de nosotros. Después de una hora de ascenso llegamos a las salinas. El chofer nos dejó en la ruta y caminamos unos 500 metros hasta donde se encuentran las piletas en las que se procesa la sal. Allí vimos como unos artesanos tallan figuras en piedra y las venden a los turistas, que en esta ocasión éramos nosotros. No había casi nadie más allí. Estos hombres trabajan al rayo del sol todo el día, y por eso utilizan unas máscaras que les cubren todo el rostro.

A mi, el protector solar me resultó insuficiente. Los hombros y la nuca me quedaron al rojo vivo. Después de una hora allí grabando y sacando fotos, regresamos a Purmamarca mientras contemplamos el atardecer durante el viaje. En el camino, Víctor nos mostró una camioneta que había volcado unos 700 mts. dos días antes. Según el, aquel era el tercer accidente desde que la ruta se había asfaltado hacía seis años. Esa noche, Mariano hizo una asado que demoró unas cuantas horas pero valió la pena. Nos divertimos mucho con una pareja de italianos que se hospedaban con nosotros: Davide y Kiara. Y compartimos la cena con Marina y Gladys, una entrerriana y la otra correntina, las dos con muy buena onda. Comimos los cinco el asadito bajo la luz de las estrellas y rodeados de cerros de colores y de los perros del lugar que esperaban ansiosos por un hueso.




Mirá los videos de este capítulo:
http://www.vimeo.com/11580198
http://www.vimeo.com/11754379
http://www.vimeo.com/11757873

lunes, 28 de diciembre de 2009

3-Purmamarca, fiesta y colorido


PurmamarcaArgentina — lunes, 28 de diciembre de 2009


Partí desde Salta hacia Purmamarca con Mariano y Javi. El viaje duró cerca de cuatro horas. Javi bajó en San Salvador del Jujuy y nosotros continuamos viaje. En el micro viajaba un equipo de rugbiers muy escadalosos y estereotipados. El “cole”, como le dicen los lugareños, nos dejó en el cruce de las rutas. Nos llamó la atención que al entregarnos las mochilas no nos pidieron el ticket que nos habían entregado sino simplemente nos preguntaron cuáles eran las nuestras. En el cruce bajaron también dos cordobeses de Río Cuarto, una pareja compuesta por un porteño y una japonesa, y el blondo equipo de rugby completo. Los cordobeses y después los rugbiers me pidieron que les saque unas fotos y luego nos quedamos grabado unas imágenes allí por dos o tres minutos. Apenas llegamos a caminar unos pasos cuando un auto se detuvo para preguntarnos si nos podían alcanzar a alguna parte. Era una pareja de porteños gracias a los cuales nos ahorramos una caminata de 3 km. y llegamos al pueblo en cinco minutos.

Purmamarca no nos pudo recibir de mejor modo. Ya la esquina donde nos dejaron daba cuenta de la magia de ese pueblo singular. Las casas de adobe, los cerros colorados y el cerro de los siete colores coronando ese lugar, más una lejana musiquita de instrumentos de viento me hicieron sentir que aquello era una parte de mi país muy ajena a todo lo que había conocido hasta ahora. El lejano sonido de erkes, sicus y quenas era lo único que se escuchaba en la inmensidad de ese paisaje imponente. El detalle grotesco lo dio un hombre muy mayor que salía del pueblo completamente borracho y apenas sosteniéndose en pie.

Fuimos a la casa de José, a media cuadra de la plaza de Purmamarca. José  alquila habitaciones en esta casa y tiene además unos departamentitos tipo cabañas a unas 10 cuadras del centro del pueblo. Nos dio la opción de elegir y Mariano optó por esta última. Yo dudé sobre la decisión pero más tarde llegó Javi, que no permaneció más de dos horas en San Salvador y se acopló también. Así que dejamos las mochilas en lo de José y salimos a recorrer este mágico lugar en el mundo.

Aquella tarde, en Purmamarca se celebraba el 4to. Encuentro de Pesebres. Niños de diferentes pueblos de Jujuy se congregaron en la Iglesia, danzaban y llevaban su imagen del niño Dios al enorme pesebre construído en la puerta de la Iglesia. Comimos humitas y tamales más bebida por $ 15 cada uno y compartimos aquel almuerzo con los dos cordobeses a los que volvimos a encontrar, esta vez en el pueblo. Por la noche cenamos en el único lugar abierto donde el dúo “La sencillita” presentaba un show musical.
La anécdota de la noche fue que por esos desencuentros que suelen suceder, y más en este tipo de viajes, Mariano y Javi desaparecieron del restaurante y acabé volviendo sólo por la ruta, iluminando el camino con el celular y esquivando a unos perros bastante temibles hasta que llegué al hostel.




Mirá los videos de este capítulo:
http://www.vimeo.com/11448559
http://www.vimeo.com/11501612





domingo, 27 de diciembre de 2009

2-Salta, la linda


Ciudad de SaltaArgentina — domingo, 27 de diciembre de 2009

Dediqué el día a recorrer Salta y sus bellezas paisajísticas y arquitectónicas. Al mediodía fuimos al cerro San Bernardo, ascendimos en teleférico. Hermosa la vista de la ciudad desde allí arriba. Estuvimos un buen rato recorriendo el mirador del cerro y después fuimos a la feria de la plaza San Martín donde me comí un sánguche con una gaseosa.
En Salta abundan las plazas, sin embargo, las veredas son angostas y en ninguna hay árboles. En el casco histórico las veredas son de empedrado igual que las calles, por lo que me costaba distinguirlas y en más de una oportunidad me sorprendieron a los bocinazos por estar sacando fotos en medio de la calle.

Me impresionó la cuidadosa iluminación de los edificios. La Catedral, una de las más lindas que vi, resalta por sus blancos y rosados. Junto a ella está el edificio del Arzobispado y la estatua de Juan Pablo segundo en la entrada. Por ser domingo los museos cerraban más temprano que lo habitual así que no llegué a visitar el Museo del Cabildo, pero sí el Museo de Arqueología de Alta Montaña, donde se exhiben las Momias de Llullaillaco, el Centro Cultural América, donde había una muestra excelente del artista plástico Alexander Guerra Hurtado, y el Museo de Arte Contemporáneo en el que encontré una muestra de pintura que no me gustó en lo más mínimo.

Por la noche cenamos pizza en la peatonal Balcarce, una zona muy concurrida repleta de restaurantes, discos y peñas. Llegamos justo cuando se desmontaba la feria que hay allí los domingos, y nos quedamos sacando fotos por allí hasta las tres de la mañana, con Javi, un chico de Buenos Aires que paraba en el mismo hostel que nosotros y que encontramos cuando estábamos cenando.

Las alturas nos esperaban así que compramos una bolsita de hojas de coca y en el hostel nos hicimos un té. El sabor es parecido al del té verde pero más fuerte. Nos acostamos a las 5. A las 9 había que partir hacia Purmamarca.




Mirá los videos de este capítulo:


sábado, 26 de diciembre de 2009

1-Comienza la aventura


Ciudad de SaltaArgentina — sábado, 26 de diciembre de 2009

Las casi 22 horas desde Buenos Aires hasta Salta resultaron ser mucho más tranquilas de lo que  esperaba. Una noche de buen sueño, algunas charlas con Mariano, mi compañero de viaje, a quien conocí a través de un blog de viajes y una peli sobre la vida de Ana Bolena hicieron que el trayecto se sintiese más corto de lo previsto.


No fue el viaje, sino la llegada a Salta lo que me puso de mal humor. Y fue porque apenas a unas 4 o 5 cuadras de la Terminal, mientras íbamos camino al hostel bajo el intenso calor salteño, Mariano descubrió que la bolsa de dormir que me había prestado se había desprendido de mi mochila y había quedado tirada quien sabe en qué pasillo de la Terminal. Y por supuesto, ya era en vano ir a buscarla. Como si esto no bastase, mi compañero parecía estar completamente perdido en su intento de dar con el hostel en el que había estado parando hacía un año atrás.

Luego de unas cuantas dudas y preguntas, y de esquivar a la decena de promotores que intentaban ofrecernos tours y hostales a buen precio llegamos al hostel Sol Huasi, transpirados de pies a cabeza, donde nos recibieron muy cálidamente (no sólo por la amabilidad sino por la notable falta de ventilación que había). Alquilamos por dos días una habitación doble, con baño compartido por $ 35 cada uno. Una vez ubicados, salimos a dar un paseo por Salta, la linda (es linda de verdad) y por la noche cenamos en la peatonal Balcarce, frente a la estación de trenes, donde había un show musical en plena calle. Una docena de empanadas de carne y pollo más una coca: $ 24.

Después regresamos al hostel donde compartimos cervezas con un alemán llamado Nico, un belga (Kuhn), un holandés (Rubén) y Lorenza, una sudafricana que hablaba una mezcla de inglés-español-italiano y portugués. Nos entendimos como pudimos y salimos a tomar algo a un pub (Burney Gómez). El grupo partió de allí en dos taxis a seguir de parranda, pero yo preferí descansar para aprovechar el día siguiente, así que volví al hostel a las 3.30 de la mañana, y luego de una larga lucha con el ventilador, tratando de echara un poco de aire hacia ambas camas, me dormí profundamente.


















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