martes, 18 de enero de 2011

24-Curitiba, joya del Paraná


CuritibaBrasil — martes, 18 de enero de 2011

Cuando salí por la mañana temprano del departamento de Mauricio, me enfrenté con el reto que me torturaba desde que había llegado allí: subir con todo mi equipaje la media cuadra de la calle Alves Guimaraes era realmente un desafío. Pero no era el primero, ni sería el último. Con mi último aliento logré hacerlo y me senté luego unos minutos sobre el banco de una plazoleta.

Ya todo un conocedor de la ciudad, llegué a la Terminal de Tiete sin problemas y tomé mi bus rumbo a Curitiba, adonde me esperaba Alfredo, otro miembro de couchsurfing que me hospedaría en su departamento en pleno centro de la ciudad. Al cabo de unas seis horas llegué a Curitiba y telefoneé a Alfredo que vino a buscarme a la Terminal.

Alfredo era panameño, motivo por el cual pude prescindir del portugués durante mi estadía allí, y esto fue un sinónimo de relax, después de dos semanas esforzándome para hablar y comprender otra lengua.

Lo primero que hicimos fue visitar a un amigo de Alfredo, en las afueras de la ciudad. En su casa, jugamos a la play y ellos tocaron la guitarra. Mi presencia se limitó a escucharlos y reírme de sus ocurrencias, ya que estaba bastante cansado debido al trajín del viaje y de los días anteriores.

Esa noche, otro amigo de Alfredo; Jaime y unas chicas que habían conocido vinieron al departamento. Mi couch quería disfrutar de sus últimos momentos solo, ya que dos días después llegaría su hermana desde Panamá para instalarse a vivir con él.

Todos se quedaron hasta tarde y aunque no entendí prácticamente nada de lo que hablaban todos estos adolescentes que habían invadido el departamento, lejos de aburrirme, me lo pasé observando a estos personajes ya que tienen un modo de hablar muy particular, propio de los jóvenes de allí.

Al otro día, Alfredo me acompañó a conocer la ciudad. Visitamos el Jardín Botánico http://www.curitiba-parana.net/parques/jardim-botanico.htm y el Museo Oscar Niemeyer http://www.museuoscarniemeyer.org.br/,   luego dimos una vuelta por el Centro Cívico y encontramos a una amiga de Alfredo que nos acompañó hasta el departamento. Hicimos todo el recorrido caminando, así que pude conocer bastante. Por la noche, Alfredo fui a visitar a unos amigos y yo salí a  recorrer la calle 15 de noviembre y otras partes de la ciudad. Cuando regresé, el dueño de casa aún no había llegado, así que luego de prepararme la cena, me acosté a dormir, pero desperté a la madrugada, luego de oir risas y voces, y es que Alfredo se había aparecido allí con un grupo de gente que había conocido en un bar. Se pusieron a tocar la guitarra, pese al constante reclamo de un vecino, y poco pude entender de lo que hablaban. Al cabo de unas dos o tres horas, se fueron y por la mañana el portero del edificio entregó a Alfredo una queja por ruidos molestos firmada por el consorcio.













Era mi último día en Curitiba. Tomé el bus junto a Alfredo y su amigo Jaime. Ellos continuaron viaje y yo, me bajé en la Terminal. Allí dejé guardada mi mochila y compré un pasaje a Florianópolis para las cinco de la tarde. Lo primero que hice fui ir a conocer el Teatro Paiol, una particular construcción circular que antiguamente fue un arsenal de pólvora y municiones del ejército. Cuando llegué, aun estaba cerrado, así que me fui a un cíber cercano hasta que el teatro abrió sus puertas. Tomé unas cuantas fotos y lo pude recorrer enseguida ya que es muy pequeño.


Allí cerca me tomé el bus y fui a conocer otro teatro: el Guaíra,http://www.teatroguaira.pr.gov.br/ uno de los más importantes del Brasil, que también estaba cerrado cuando llegué, pero tuve la suerte de que me atendiese un personaje muy singular: Don Miguel Expósito, uno de los empleados de mayor antigüedad en el teatro, que me permitió pasar a hacer un “pequeño recorrido” que se prolongó por más de una hora y media. Miguel pertenece a una familia de teatristas, y ha formado parte del paisaje de este teatro desde los 10 años de edad. Con gran sentido del humor me ha contado historias como la vez en que una elefanta fue traída al teatro para formar parte de la Ópera Aída, o cuando estrechó la mano del mismísimo Paul McCartney.














Nadie hará una visita completa al teatro Guaíra si no conoce a Miguel Expósito, ya que es parte de su historia, y si quedan dudas al respecto basta con ver la placa en su honor que se luce en el hall del teatro, junto a otra que conmemora el paso por ese lugar de la talentosa actriz brasileña Fernanda Montenegro.




Mi visita al teatro Guaíra se prolongó mucho más de lo previsto y ya no contaba con tiempo suficiente para visitar la Ópera de Arame, el famoso teatro de alambre construido sobre un lago artificial. Fui entonces a recorrer el Paseo Público, un parque al aire libre con lagos e islotes que cuenta con un pequeño e interesante zoológico donde pueden observarse todo tipo de aves de la región, algunos mamíferos y hasta un serpentario. Allí me sorprendió la lluvia, y después de refugiarme un rato en el serpentario (vaya lugares donde termina refugiándose uno), comencé a caminar hasta la Terminal de ómnibus. La lluvia, sin embargo, atacó nuevamente, y es que en Curitiba hay que salir siempre con un paraguas bajo el brazo. Ya había leído sobre esto en Internet y pude comprobarlo en persona, ya que la salida del sol había alternado con la lluvia cada media hora desde el momento en que puse mis pies en esta ciudad.










Pero esta vez, fue sin duda la peor, puesto que como me faltaba muy poco para llegar a la Terminal y ya era bastante tarde, no saqué mi campera impermeable de la pequeña mochila que llevaba y en las últimas dos cuadras, cuando decidí ponérmela, fue porque ya me había empapado. Así llegué a la Terminal, trotando bajo la lluvia, y a punto de perder el micro. Retiré mi mochila del guardaequipaje, la abrí y extraje de allí un par de medias, un jean y una remera, y corrí hasta la plataforma donde ya todos los pasajeros habían subido. Dejé las cosas en el asiento y me encerré en el baño del micro para cambiarme toda la ropa mojada, con tanta mala suerte que el micro arrancó en aquel momento y empezó a dar vueltas por la ciudad conmigo desnudo en el baño, ofreciendo un terrible espectáculo ya que la puerta del baño no cerraba correctamente y se abría sola en cada curva, y en uno de éstos giros terminé con mi culo perfectamente encajado en la ventanilla redonda del baño.

Afortunadamente pude cambiarme y salir del baño riéndome solo por la situación. Así fue mi despedida de Curitiba, una bonita ciudad, ordenada y limpia por donde se la mire, y me senté a esperar mi próximo destino: Florianópolis, en donde tendría una llegada tan convulsionada como mi partida.




2 comentarios:

  1. Me gustaría conocer esa ciudad, se ve que es muy bonita. Ojala que sea muy pronto...saludos.

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    1. Es una linda ciudad Curitiba. Me quedé sin conocer la Ópera de Arame, así que tengo una buena excusa para volver.

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