EL BOLSÓN, ARGENTINA, viernes 25 de enero de 2013
Silvina, Leila y Mariana, así se llamaban las tres chicas con las que compartí un remís hasta la base del cerro, acordando que nos viniese a recoger a las cinco de la tarde. La primera parte del ascenso costó bastante. Sobre todo porque Mariana tenía un problema en el pie y le costaba subir. El calor agobiaba y en cada parada-descanso, Mariana se detenía a buscar hojas con formas de corazones. Finalmente llegamos hasta el refugio donde abonamos el ingreso y comenzamos el recorrido por el bosque tallado.
Las figuras eran de una diversidad asombrosa. Todas tenían asignado un nombre. Ya al ver la primera, Leila se atrevió a bautizarla: “india en bolas manca”. Y es que se trataba de una figura de mujer indígena, desnuda y sin manos. Aquel comentario de Leila me dio la certeza de lo divertido que resultaría el paseo con esos tres personajes. Y por cierto lo fue. Nos detuvimos casi al final del recorrido a tomas unos ricos mates, y después emprendimos el regreso. Cuando llegamos de vuelta a la base, el remís ya nos estaba esperando. Al llegar al hostel, ya el blondo Johannes se encontraba allí y compartimos unas cervezas con unos chicos que conocimos en el hostel. Por la noche, después de algunas vueltas por la ciudad fuimos a cenar unas pizzas, algo que no hacíamos desde el día que nos conocimos en Los Antiguos. Mientras estuvimos en territorio chileno nos la pasamos a ensaladas, fideos y sanguchitos.
Apenas llegué a El Bolsón me instalé en el hostel “La casa
del árbol”. Johannes se había ocupado de hacer la reserva. El alemán había
descubierto este hostel, después de haberse instalado ya en uno que quedaba
bastante lejos del centro, entonces hizo una reserva para ambos por una noche.
Cuando llegué, Johannes no estaba todavía allí, así que me fui a desayunar a un
bar y luego emprendí la caminata hasta el Mirador de la Cruz. Allí me quedé un
buen rato descansando y tomando fotos,
aunque sin saber que la vista sería mucho más interesante desde el Cerro
Piltriquitrón (impronunciable), al que iría por la tarde.
En el camino de regreso compré algo para comer y almorcé en
el hostel. Allí conocí a unas chicas que
querían ir al Bosque Tallado, uno de los lugares que yo también pretendía
conocer. Este bosque se ubica en la ladera del cerro Piltriquitrón
(impronunciable) y comprende un total de 50 esculturas talladas sobre los
troncos quemados que dejó un incendio. Allí arriba, diversos artistas esculpieron
las más diversas esculturas que se encuentran dispersadas por el bosque
conformando un paisaje propio de un cuento de hadas.
Silvina, Leila y Mariana, así se llamaban las tres chicas con las que compartí un remís hasta la base del cerro, acordando que nos viniese a recoger a las cinco de la tarde. La primera parte del ascenso costó bastante. Sobre todo porque Mariana tenía un problema en el pie y le costaba subir. El calor agobiaba y en cada parada-descanso, Mariana se detenía a buscar hojas con formas de corazones. Finalmente llegamos hasta el refugio donde abonamos el ingreso y comenzamos el recorrido por el bosque tallado.
Las figuras eran de una diversidad asombrosa. Todas tenían asignado un nombre. Ya al ver la primera, Leila se atrevió a bautizarla: “india en bolas manca”. Y es que se trataba de una figura de mujer indígena, desnuda y sin manos. Aquel comentario de Leila me dio la certeza de lo divertido que resultaría el paseo con esos tres personajes. Y por cierto lo fue. Nos detuvimos casi al final del recorrido a tomas unos ricos mates, y después emprendimos el regreso. Cuando llegamos de vuelta a la base, el remís ya nos estaba esperando. Al llegar al hostel, ya el blondo Johannes se encontraba allí y compartimos unas cervezas con unos chicos que conocimos en el hostel. Por la noche, después de algunas vueltas por la ciudad fuimos a cenar unas pizzas, algo que no hacíamos desde el día que nos conocimos en Los Antiguos. Mientras estuvimos en territorio chileno nos la pasamos a ensaladas, fideos y sanguchitos.
Al día siguiente Johannes me despertó diciéndome que se iba
a Lago Puelo. Habíamos acordado ir juntos pero yo dormí hasta tarde, y el
alemán parece que no se había levantado de muy buen humor. No quiso esperarme y
partió solo. Yo aproveché entonces para desayunar, y partí media hora más
tarde. En el colectivo viajaban un montón de chicos y chicas que se hospedaban
en el hostel, y con ellos me interné por un bosque hasta llegar a la playita a
orillas del lago que estaba ideal para bañarse en aquellos días de calor. Unos
minutos después cayó el alemán que se había ido hasta el mirador y había vuelto
decepcionado porque no le pareció gran cosa.
Nos quedamos ahí buena parte de la tarde y luego volvimos a
El Bolsón para chusmear un poco de la feria artesanal. Había demasiada gente y
hasta se dificultaba caminar entre los puestos. Comimos unas empanadas y de
vuelta al hostel me dormí una siestita.La noche de aquel sábado, había fiesta en “La casa
del árbol”. Ni Johannes ni yo éramos muy aficionados al baile así que nos
quedamos un rato, compartimos un asado con todos y después nos fuimos a un
recital de Víctor Heredia que se hacía en el marco de la Fiesta Nacional del
Lúpulo.
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