EL CALAFATE, ARGENTINA, jueves 10 de enero de 2013
Habíamos caminado sobre el glaciar Perito Moreno más de una hora, y
una vez finalizada aquella singular experiencia, nos quitamos los crampones e
iniciamos una caminata hasta el refugio pero esta vez por el bosque
magallánico. Fue otra manera de disfrutar de aquel paisaje azul, blanco y
celeste, sumándole ahora el marrón de la madera y el verde de la vegetación. El
minitrekking resultó sin duda la mejor excursión que hice a lo largo de todo el
viaje y recomiendo que al menos una vez en la vida, si andan por El Calafate no
se priven de esta experiencia única.
Una vez en el refugio, recuperamos nuestras pertenencias y
tuvimos una hora para almorzar frente a la majestuosidad del paisaje, con el
Perito Moreno ante nuestros ojos en todo su esplendor. Almorcé con Iris, una
joven cincuentona de Buenos Aires, abogada de profesión, que había compartido
conmigo la caminata sobre el glaciar y me aconsejó sobre las acciones a seguir
respecto de mi reciente despido laboral. Allí, en ese sitio bendecido por Dios
y por la naturaleza, supe qué pasos debía realizar para solucionar mi problema.
Aunque me había propuesto no pensar en el asunto para disfrutar mejor del
viaje, Iris y apareció en el momento justo.
Después del almuerzo fuimos a la orilla del lago donde
esperamos la embarcación que nos llevaría otra vez al punto de partida.
Cruzamos nuevamente el Brazo Rico y tomamos un bus que nos dejó en la entrada
de las pasarelas para que pudiésemos contemplar otra cara del glaciar. Apenas
descendimos, Iris y yo discutimos con el nuevo guía porque solamente nos daba
unos cuarenta y cinco minutos de tiempo para recorrer las pasarelas, cuando en
realidad, al contratar el tour, a todos nos habían hablado de dos horas. El
guía terminó diciéndole a Iris que “le estaba boicoteando el grupo”, y ella
respondiéndole que ellos la habían estafado “boicoteándole el bolsillo”, y
tenía razón, ya que ella había abonado el paseo por las pasarelas por separado,
desembolsando unos cuántos billetes, y se lo habían juntado a la excursión del
minitrekking.
Recorrimos las pasarelas a toda velocidad, y al menos
pudimos hacerlo en los sectores más importantes y acercanos al punto donde se
produce la famosa ruptura del glaciar cada cinco años. Sin embargo, una nueva
ruptura, no prevista, y ocasionada por el inédito calor de aquel verano, se
produciría pocos días después de mi partida de El Calafate.
Desde aquellas pasarelas, el Perito Moreno se vislumbra como
interminable: un extenso campo de picos celestes que asciende por las montañas
y desaparece en el horizonte dándole al paisaje un carácter casi
extraterrestre. Esta visita a las pasarelas puede contratarse en forma
separada, como había hecho Iris y dedicarle un día completo, pero por supuesto
el precio es otro. Si uno está con poco tiempo y quiere llevarse las imágenes
más diversas del glaciar, sigue siendo preferible hacer el minitrekking, que
incluye este rápido paso por las pasarelas.
Demás está decir que lo primero que hice al llegar a El
Calafate fue quejarme en la agencia por el escaso tiempo que estuvimos en las
pasarelas, y la mala onda del guía, cuyo argumento era que la agencia nos había
informado mal. Un argumento estúpido si se tiene en cuenta que todos los
pasajeros habían contratado el tour en agencias diferentes, pero la verdadera
operadora es Hielo y Aventura, a quien vale la pena escrachar en estas líneas
por incumplir con los servicios que ofrece, algo habitual, según me explicaron
en la agencia.
Llegué al hostel, y me quedé un buen rato afuera conversando
con Laura mi vecina, y con una chica que había ido hacía unos meses a El
Calafate de vacaciones y terminó quedándose a vivir allí. Después del baño y de
la cena, preparé mi equipaje para partir al día siguiente, y me fui al casino.
Cuando regresé al hostel, eran casi las dos de la mañana y Jenny, la irlandesa,
seguía empeñada en enseñarle a jugar al truco a otros europeos. Esta vez
compartían la mesa un italiano, un griego, y unos rosarinos, entre otros.
Después de una breve charla, me despedí de todas las personas que había
conocido en aquellos días en Calafate, un lugar al que hay que ir, y hay que
volver…. Algún día.
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