PUERTO NATALES, martes 8 de enero de 2013
La primera parada fue cerca de la entrada del parque, donde pastaban decenas de vicuñas. Después el guía nos habló de un supuesto trekking que al final nunca se hizo, tal vez porque comenzó a lloviznar levemente o porque se haría demasiado tarde tras los contratiempos sufridos. Una vez dentro del parque tuvimos la suerte de ver las famosas torres en su plenitud, antes de que fueran tapadas por las nubes.
Ya por la tarde, antes de volver, paramos para tomar una
merienda (yo seguía sacando sanguchitos de mi mochila, tenía sánguches para dos
días). Pasamos más de media hora conversando al aire libre y tomando algunas
fotos, además de perseguir a un zorro que se cruzó delante nuestro intentando
en vano fotografiarlo. Después emprendimos el regreso.
El trayecto desde Natales hasta el Parque Nacional duró
cerca de una hora. Fui conversando con el conductor y el guía mientras
compartíamos unos ricos mates. ¡Era la primera vez en mi vida que veía chilenos
tomando mate! Desconocía que los hermanos trasandinos también compartían esta
tradición, incluso por los confines del fin del mundo. El viaje fue tranquilo,
con una breve interrupción provocada por un conjunto de vacas que se interpuso
en nuestro camino, pero ya me había acostumbrado a toparme con llamas, ovejas,
burros y otro tipo de animales en medio de las rutas, en distintas zonas
rurales de Sudamérica.
Me dejaron en la entrada del parque, a tan sólo cincuenta
metros de la frontera con Argentina, donde había una confitería y un
minimarket. Menos mal que mi desayuno había sido suculento porque allí, un
simple paquete de galletitas costaba la insólita suma de diez dólares. Más de
una hora estuve esperando hasta que llegó el micro con mis compañeros de
excursión que habían salido muy temprano desde El Calafate. Es importante
aclarar que esta excursión de día completo por Torres del Paine suele hacerse
en un trayecto ida y vuelta desde Puerto Natales, pero como mi viaje continuaba
hacia El Calafate, me ocupé de gestionar con la agencia mi traslado hasta aquella
ciudad una vez finalizada la excursión. De este modo ahorraba tiempo ya que de
lo contrario debía volver a Natales, pasar la noche allí y perder buena parte
del día siguiente viajando a El Calafate. Sin embargo, así, estaría llegando a
El Calafate esa misma noche y disfrutando de los glaciares a la mañana
siguiente.
Una vez que llegó el micro con los pasajeros, sufrimos una
nueva demora: al cruzar la frontera argentino-chilena los turistas
estadounidenses, canadienses y autralianos fueron informados de que al
reingresar a la Argentina deberían abonar una “tasa de reciprocidad”,
equivalente a lo que las sumas que los argentinos debemos abonar para solicitar
las visas a esos países. La tasa de reciprocidad había entrado en vigencia ese
mismo día y a los turistas no se lo habían informado cuando salieron de El
Calafate, por o que aducían no contar con el dinero exigido, que iba desde los
75 hasta los 160 dólares por persona. Desconozco cómo fue que solucionaron el
inconveniente, pero al cabo de una hora al fin salimos para el parque.
Mis acompañantes a lo largo de la excursión fueron un joven
fotógrafo argentino, de Buenos Aires, y una colombiana apasionada por mis
relatos sobre lo económico que me había resultado viajar a las islas Galápagos
el verano anterior. Los tres nos hicimos
de fotógrafos entre nosotros, aunque, debo confesar, en casi todas las fotos
que me sacaron en Torres del Paine salí terriblemente mal, mucho peor que lo
habitual.
La primera parada fue cerca de la entrada del parque, donde pastaban decenas de vicuñas. Después el guía nos habló de un supuesto trekking que al final nunca se hizo, tal vez porque comenzó a lloviznar levemente o porque se haría demasiado tarde tras los contratiempos sufridos. Una vez dentro del parque tuvimos la suerte de ver las famosas torres en su plenitud, antes de que fueran tapadas por las nubes.
Después paramos en distintos miradores, y camino al Salto
Grande pudimos contemplar también los Cuernos del Paine. El viento soplaba de
tal modo que llegué a creer que nos volaríamos. Se hacía muy difícil mantener
el pulso para tomar una foto, y por la ventanilla de micro pude ver a un pobre
muchacho caminando con una moto a cuestas sin distinguir si él llevaba la moto
o la moto a él, o el viento a los dos. A este joven me lo encontré más tarde en
migraciones y me contó que había recorrido la patagonia desde Buenos Aires
hasta Ushuaia en aquella moto, y que ahora estaba regresando, pero que no pudo
disfrutar mucho del Parque Nacional Torres del Paine, debido al clima. En
verdad, jamás en mi vida había sentido al viento soplar con tanta fuerza.
Cuando llegamos a El Calafate todavía era de día. Apenas me
instalé en el Hostel Che Lagarto, donde ya tenía reserva, mandé un mensaje a
Marianela comentándole que ya estaba nuevamente en Argentina. Si mis cálculos
no fallaban, al cabo de dos días me reencontraría con ella y con Laura en El
Chaltén, pero para mi sorpresa, Marianela me respondió que ambas estaban todavía
en El Calafate y alojadas nada menos que en el Che Lagarto. Así que tomé una
ducha, guardé mis cámaras en los lockers que estaban en el pasillo, me asesoré
acerca del clima en el Glaciar Perito Moreno, fui a comprar algo para comer (ya
estaba podrido de tanto sanguchito), y conversé un rato con el encargado del
hostel, esperando que llegaran mis compañeras de viaje, ya que Marianela estaba
en el Casino y Laura quién sabe dónde.
La anécdota que conservo de aquella noche es lo que me
aconteció después de la ducha: estaba sentado en la cama poniéndome las medias,
y cuando me puse una no podía encontrar la otra. Había sacado hacía un minuto
las dos medias de la mochila, las había tenido en la mano y sin embargo me
faltaba una. Me fue imposible encontrarla, hasta que después de mi primer
encuentro con Laura en un pasillo del hostel, cuando ya estaba volviendo a mi
habitación, me llama diciéndome: “Che, ¿qué hacés con una media en el culo?”.
La media había quedado sobre la cama al sentarme, y sin querer, parte de ella
se había metido dentro de mi pantalón. Así, con una media colgando en el culo
había estado paseándome por todo el hostel y hasta había ido al kiosco como
jugando a “quién le pone la cola al chancho”. ¡Patético!
Excelente relato!este verano voy a estar haciendo un viaje similar al tuyo, te hago una consulta, cuanto te salió esa excursión full day a Torres del Paine?Abrazo
ResponderEliminarMariano
Esta excursión la contraté por adelantado, junto con el transporte desde Torres del Paine a El Calafate, minitrekking por el Perito Moreno y Navegación Todo Glaciares. El paquete completo me costó aproximadamente 1.600 pesos argentinos. Estamos hablando de enero de 2013. Suerte y que tengas buen viaje!
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