ESQUEL, ARGENTINA, miércoles 23 de enero de 2013
Johannes había realizado su ansiado rafting recién ese mismo día, ya que el anterior, cuando nos despedimos en Piedra del Äguila, se encontró al llegar al hostel con que era la única persona inscripta para el rafting, así que le hicieron un descuento y se lo corrieron para el día siguiente. Aquella noche, también había sido el único huésped en el hostel de Futaleufú.
Al día siguiente una 4x4 me pasó a buscar por el hostel. Pasamos a recoger a otras personas y comenzamos un viaje de casi tres horas para visitar los túneles de hielo dentro del Parque Nacional Los Alerces. El guía era igualito al protagonista de “Graduados”. El tour lo compartíamos: Una parejita de actores, un muchacho con su mamá, un matrimonio con dos hijas adolescentes y yo. Cada uno con sus particulares historias, componían un grupo de personajes tan insólita como original. La pareja de actores hacía la suya, no interactuaba demasiado con el resto. La mamá del muchacho no paraba de atender llamados teléfonicos que recibía, explicando cada vez que atendía el teléfono que se encontraba en medio de una excursión su marido había quedado en el hotel. El esposo cumplía años ese mismo día y no había tenido mejor idea que llevarse al tour el celular de él.
Aquella noche, se inauguraba la nueva cocina del hostel El
Caminante, y los dueños del hostel organizaron una cena para todos a un módico
precio: cenamos unos exquisitos canelones y hasta festejamos el cumpleaños de
uno de los huéspedes. Por la mañana temprano, me crucé nuevamente a la Terminal,
esta vez para abordar el micro rumbo a El Bolsón. Hospedarme tan cerca de la
Terminal me jugó en contra: salí con el
tiempo justo y el micro ya estaba partiendo cuando llegué. Tuve que correr a
los gritos, haciendo todo tipo de señas para que no me dejasen allí. En dos
horas estuve en El Bolsón, pero eso ya forma parte de otro capítulo.
Mi primer día completo en Esquel resultó muy tranquilo. Se trataba,
además de mi primer día en solitario después de mucho tiempo. Johannes se había
quedado en Futaleufú, y llegaría a Esquel por la noche. De todas maneras,
compartí charlas con un montón de gente en el hostel El Caminante. Principalmente
con David, el encargado, quien con su buena disposición y simpatía, hacía
sentir muy a gusto a todos. Después de
preparar mi desayuno, fue a la Oficina de Turismo, donde me dieron un mapa y me
orientaron sobre lo que podía hacer aquel día en la ciudad.
Visité el Centro Cultural Melipal que funciona en la antigua
Terminal de ómnibus de Esque, y después, un clásico: la estación de ferrocarril
y La Trochita, el Viejo Expreso Patagónico, uno de los ferrocarriles más angostos
y más australes del mundo. En aquellos días había una huelga y manifestaciones
de los empleados de La Trochita, por lo cual el tren turístico no se encontraba
en funcionamiento. Pero pude conocerlo e incluso recorrerlo por dentro. Recorrí
después buena parte de la ciudad, almorcé y me dormí una buena siesta. Ya
estaba ocultándose el sol cuando me crucé a la Terminal buscar a Johannes. El
problema fue que en El Caminante no había más camas disponibles y anduvimos de
un hostel a otro sin expectativas de que el alemán consiguiese hospedaje.
Johannes había realizado su ansiado rafting recién ese mismo día, ya que el anterior, cuando nos despedimos en Piedra del Äguila, se encontró al llegar al hostel con que era la única persona inscripta para el rafting, así que le hicieron un descuento y se lo corrieron para el día siguiente. Aquella noche, también había sido el único huésped en el hostel de Futaleufú.
En uno de los hostels que visitamos, el muchacho se ofreció
a telefonear a otros hospedajes de la zona para averiguar si había camas
disponibles y finalmente mandó a Johannes a un hostel cercano. Así que volvimos
a despedirnos, puesto que él se iría a El Bolsón al mediodía siguiente. Yo
caminé una cuadra y ya estaba en el Auditorio Municipal donde había comprado
una excéntricamente barata entrada de 15 pesos para ver la película El Hobbit.
Una opción más que interesante para una noche en la que no tenía otros planes.
Al día siguiente una 4x4 me pasó a buscar por el hostel. Pasamos a recoger a otras personas y comenzamos un viaje de casi tres horas para visitar los túneles de hielo dentro del Parque Nacional Los Alerces. El guía era igualito al protagonista de “Graduados”. El tour lo compartíamos: Una parejita de actores, un muchacho con su mamá, un matrimonio con dos hijas adolescentes y yo. Cada uno con sus particulares historias, componían un grupo de personajes tan insólita como original. La pareja de actores hacía la suya, no interactuaba demasiado con el resto. La mamá del muchacho no paraba de atender llamados teléfonicos que recibía, explicando cada vez que atendía el teléfono que se encontraba en medio de una excursión su marido había quedado en el hotel. El esposo cumplía años ese mismo día y no había tenido mejor idea que llevarse al tour el celular de él.
Pero el toque de humor lo puso sin duda la extravagante
familia que nos acompañaba: Un padre que no abrió la boca a lo largo de todo el
tour, y una mujer que no paró de hablar desde que subió a la 4x4 hasta que se
bajó de la misma como a las siete de la tarde. Un par de hijas, de las cuales
una de ellas, algo excedida en peso, se lo pasó quejándose, agotada por la
caminata que tuvimos que hacer para llegar hasta los túneles. La otra, un poco
mayor, era la que pretendía, en vano, poner un poco de sensatez entre la
parentela: “mamá, no te agaches así que se te ve la bombacha; la próxima vez no
te traemos; dejá de ventilar anécdotas de cuando éramos chicas” “Papá, no podés
venir a caminar en la montaña con sandalias”.
Ingresamos al Parque Nacional Los Alerces y al cabo de una
hora, la camioneta se detuvo en el bosque. Ahí emprendimos la caminata por el
cerro La Torta hasta los túneles de hielo: Unas extrañas formaciones donde la
nieve se deposita conformando un túnel junto a una bella cascada. Al estar
expuesta al sol, la nieve, que permanece allí todo el año, se descongela de
adentro hacia fuera, conformando un túnel con un techo de formas tubulares. Los
momentos más divertidos, sin duda, los pasamos dentro del túnel, tomándonos
fotos en cuclillas mientras lo recorríamos, tratando de no empaparnos en el
suelo mojado.
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