PUERTO RÍO TRANQUILO, CHILE, viernes 18 de enero de 2013
Llegué a Río Tranquilo con el trío de americanos compuesto por una chica y dos muchachos. Uno de ellos era igualito a Daniel Faraday, el personaje de Lost, solo que un poco más rellenito. Johannes, respiraba con cierto sosiego: manejaba el inglés con mucha más fluidez que el español (según él no tenía que pensar en las palabras antes de decirlas), y se entendía muy bien con los americanos. Yo sin embargo, no entendía ni jota de lo que hablaban. El alemán se ocupaba de traducirme de vez en cuando para que no me quedase totalmente al margen de la conversación.
Los americanos se fueron a acampar vaya a saber dónde, mientras que Johannes y yo, después de instalarnos en un hostal, fuimos a relajarnos al muelle. Nos recostamos en la orilla del lago donde no había nadie, en un clima de absoluta calma y allí nos quedamos un buen rato mirando el agua transparente. Fue de esos momentos en los que uno piensa: “quiero pasarme todo el día acá haciendo esto, o sea nada”.
Después llegó el momento tan esperado. El motivo que nos había llevado hasta aquel rincón perdido de la patagonia: el tour por las capillas de mármol. Nos cobraron 4.600 pesos chilenos a cada uno. Embarcamos en un bote junto a los americanos y tres chilenos. A medida que nos internamos en el lago, el agua se iba volviendo más y más turquesa. Los ojos no nos alcanzaban para ver tanta belleza.
Más tarde llegó el turno de la más ostentosa de estas formaciones: la famosa “Catedral de Mármol”, y por último, todos nos zambullimos, así, en calzoncillos como estábamos, en las heladas aguas del General Carrera. Pese al calor que hacía (unos 35 grados), el agua estaba de verdad helada, ya que el lago es de origen glaciar. Pero aquello no impidió que nadásemos hasta unas rocas para tomarnos una foto grupal.
Mi plan, no era quedarme en Río Tranquilo, más bien pensaba ir solo por el tour y volverme inmediatamente, pero el paisaje que encontré al llegar ameritaba pasar una noche ahí. Mi plan consistía en regresar desde allí a Los Antiguos y luego tomar un micro hasta Esquel. La idea de Johannes, de hacer ese camino por el lado chileno hasta Futaleufú y cruzar a Esquel desde aquella ciudad chilena, me entusiasmaba, pero el tipo de cambio no me favorecía, el uso de las tarjetas de débito en el exterior había sido cancelado por el gobierno argentino, y tenía pocos billetes chilenos en mi poder.
Llegué a Río Tranquilo con el trío de americanos compuesto por una chica y dos muchachos. Uno de ellos era igualito a Daniel Faraday, el personaje de Lost, solo que un poco más rellenito. Johannes, respiraba con cierto sosiego: manejaba el inglés con mucha más fluidez que el español (según él no tenía que pensar en las palabras antes de decirlas), y se entendía muy bien con los americanos. Yo sin embargo, no entendía ni jota de lo que hablaban. El alemán se ocupaba de traducirme de vez en cuando para que no me quedase totalmente al margen de la conversación.
Los americanos se fueron a acampar vaya a saber dónde, mientras que Johannes y yo, después de instalarnos en un hostal, fuimos a relajarnos al muelle. Nos recostamos en la orilla del lago donde no había nadie, en un clima de absoluta calma y allí nos quedamos un buen rato mirando el agua transparente. Fue de esos momentos en los que uno piensa: “quiero pasarme todo el día acá haciendo esto, o sea nada”.
Después llegó el momento tan esperado. El motivo que nos había llevado hasta aquel rincón perdido de la patagonia: el tour por las capillas de mármol. Nos cobraron 4.600 pesos chilenos a cada uno. Embarcamos en un bote junto a los americanos y tres chilenos. A medida que nos internamos en el lago, el agua se iba volviendo más y más turquesa. Los ojos no nos alcanzaban para ver tanta belleza.
En unos veinte minutos llegamos a las capillas de mármol. Se
llaman así por sus extrañas formas. Las capillas son en realidad unas cuevas
erosionadas por el agua, de un color azulado, y que permiten meterse en su
interior cuando el nivel del lago de encuentra bajo. Así lo hicimos, luego de
tomar unas cuantas fotos. Bruno, el guía, condujo el bote en el interior de una
de las cuevas, luego hizo lo mismo en
otra.
Más tarde llegó el turno de la más ostentosa de estas formaciones: la famosa “Catedral de Mármol”, y por último, todos nos zambullimos, así, en calzoncillos como estábamos, en las heladas aguas del General Carrera. Pese al calor que hacía (unos 35 grados), el agua estaba de verdad helada, ya que el lago es de origen glaciar. Pero aquello no impidió que nadásemos hasta unas rocas para tomarnos una foto grupal.
Después de un último paseo rodeando las capillas, regresamos
hasta Río Tranquilo, contentos, asombrados y satisfechos por aquel paseo, uno
de los mejores tour que habíamos hecho durante nuestro viaje por la patagonia,
y sin duda, uno de los imperdibles del sur chileno.
Luego de almorzar, fuimos a Internet, y ahí mismo aproveché
para subir las fotos que había tomado hacía tan solo unos minutos. Luego
almorzamos, y Johannes se fue a una playita que habíamos visto por la mañana,
yo salí después a buscarlo pero no lo encontré, así que fui para otro sector
del lago, donde me quedé comiendo unas cerezas que había recogido de un árbol
en el hostal donde nos hospedábamos.
El lugar era sin duda encantador, y después de otro buen
rato ahí haciendo “nada”, decidí volver para contarle a los demás que aquel
sitio era todo un hallazgo y que era un rincón espectacular para ver el
atardecer. Compramos entonces una cervezas y los conduje hasta allá, pero
claro, el espacio pertenecía a una propiedad privada, yo había visto el letrero
anteriormente. Esta vez, una señora salió muy ofuscada y nos gritaba de mala
manera que no podíamos pasar.
-“Pero si solo vamos a un rato, para ver el atardecer”,
insistía yo.
-“No, señor”- vociferaba la mujer. –“¡Si le digo que no, es
no! ¿Usted no sabe dónde está? ¡Usted se encuentra en Chile!”
La frase me sacó de las casillas, me recordó a aquel
incidente en Machu Picchu años atrás, cuando ante un ataque de rabia e
indignación alguien me dijo: -“¡No grite, señor, usted se encuentra en el
Perú”.
No sé que pretende enunciar la gente con ese tipo de
expresiones, pero a mi oído es como si dijesen:- “En su país haga lo que
quiera, pero acá va a hacer lo que nosotros le decimos”, y ponen a sus
respectivos países como un ejemplo del orden y el respeto, cuando faltas de
respeto hay en todas partes del mundo.
En fin… volvimos a la playa, y ahí nos tiramos en la arena a
mirar el atardecer, mientras los americanos conversaban, Johannes me traducía, y
yo sacaba fotos.
Mi plan, no era quedarme en Río Tranquilo, más bien pensaba ir solo por el tour y volverme inmediatamente, pero el paisaje que encontré al llegar ameritaba pasar una noche ahí. Mi plan consistía en regresar desde allí a Los Antiguos y luego tomar un micro hasta Esquel. La idea de Johannes, de hacer ese camino por el lado chileno hasta Futaleufú y cruzar a Esquel desde aquella ciudad chilena, me entusiasmaba, pero el tipo de cambio no me favorecía, el uso de las tarjetas de débito en el exterior había sido cancelado por el gobierno argentino, y tenía pocos billetes chilenos en mi poder.
Lo que definió los siguientes días de mi viaje fue una idea
del alemán que me dio la solución: él extraería billetes chilenos del cajero
automático, y yo se los cambiaría por pesos argentinos al cambio oficial,
puesto que su viaje también continuaba por argentina. Así que gracias a
Johannes pude seguir viajando unos días por Chile y recorrer los bellos paisajes
de la carretera austral, además de seguir disfrutando de su compañía, riéndonos
el uno del otro durante unos cuántos días más.
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