domingo, 15 de enero de 2012

21-Baños: cascadas y carcajadas

BAÑOS DE AGUA SANTA, ECUADOR , domingo 15 de enero de 2012


El viaje desde Loja hasta Ambato duró unas 8 horas y resultó realmente agobiante. Al parecer no funcionaba el aire acondicionado, las ventanillas no abrían, y resultó imposible pegar un ojo en toda la noche. La puerta del baño no abría y cada vez que alguien quería hacer sus necesidades debía golpear en el compartimiento del chofer para que el muchacho que oficiaba de acompañante del mismo abriera la puerta del baño que se encontraba al fondo del micro. Cada una de las veces que pasó le solicité que encendiera el aire y la respuesta fue siempre la misma… ¡Sí sí, señor, enseguida lo encendemos! Para colmo, Vilcabamba no solo nos había dejado un sinfín de anécdotas y un grupo de amigos. Llevábamos las cicatrices de aquel pueblo marcadas en nuestra piel, y es que al parecer, un ejército de pulgas nos había atacado la noche anterior,  y las picaduras estaban haciendo sus efectos, pues teníamos piernas y brazos llenos de ronchas que hubiese soportado apaciblemente de no ser por la profunda picazón que se sumaba a la falta de oxígeno y la molesta transpiración que empapaba mi malogrado sueño. El viaje finalizó conmigo gritándole al chofer desde la vereda mientras me entregaban el equipaje, ya que el hombre me aseguraba que el aire había estado encendido toda la noche.

Tomamos otro micro allí mismo sobre la ruta y al cabo de una hora estuvimos en Baños donde incursionamos en el procedimiento de rutina: Nacho en la Terminal cuidaba los equipajes mientras yo recorría los hosteles regateando el mejor precio. Decidimos quedarnos un hotel a dos cuadras de la Terminal, por 7 dólares la noche.


Aquel día lo ocupamos en descansar, puesto que casi no habíamos podido dormir durante el viaje y estábamos fundidos. Por la tarde, aproveché para recorrer un poco la ciudad: el centro, la feria  artesanal y la Basílica, notable por tener su interior  decorado con una serie de murales que ilustran los milagros atribuidos a la Virgen de Agua Santa.





Por la noche, hicimos un tour que nos llevó en una chiva al mirador del Tungurahua, el volcán activo que mantiene en vilo a la población más cercana. El guía nos iba explicando cómo se actúa para prevenir posibles catástrofes ante una posible erupción. Al llegar al mirador, llovía bastante, y no pudimos ver ningún volcán, apenas una vista de la ciudad iluminada que enseguida fue cubierta por las nubes.

Mientras tomábamos un canelazo, una bebida caliente a base de aguardiente, azúcar y canela, lancé la pregunta más absurda de la noche, la que provocó la carcajada de todos los turistas que miraban la nada misma en lo alto de aquel mirador: “¿Cuánto hace que este volcán no….”erupta”….?

El tour incluía, además del paseo y el canelazo, la entrada a un boliche, pero cuando regresamos a la agencia nos dijeron que aquella noche no había nada abierto ya que era domingo, así que nos fuimos a dormir apenas terminamos la excursión.

Al día siguiente hicimos otro tour llamado “La ruta de las cascadas”, en este paseo que duró toda una tarde conocimos a una familia de mujeres de la que el mismísimo Federico García Lorca, supremo poeta del mundo femenino se hubiese espantado. Daisy, su mamá, su hija Alexis y su hermana Karina, todas ecuatorianas. Con carcajadas elocuentes, chistes de doble sentido, y alguna que otra incitación a lo prohibido, Daisy comandaba el matriarcal grupete que fue el centro de atención durante toda la excursión. Recorrimos unas cuantas cascadas y paseamos sobre ellas en tarabita, una especie de teleférico que funciona a través de poleas, con la gravedad como fuerza propulsora. Demás está decir que Nacho casi se caga encima por el vértigo, iba tieso como un tronco, mientras que Daisy y su familia pegaban unos alaridos tarzanescos, que uno se preguntaba qué tipo de sustancia habrían consumido antes de subir a la tarabita.



Además, hice Canopy  sobre el río, una experiencia genial, llena de adrenalina, pero demasiado breve para mi gusto, porque uno pasa apenas un minuto colgado de un cable y como volando a toda velocidad hasta llegar a la meta. Allí me recibieron unos tipos, y después de esperar a Alexis (única de todo el grupo que se atrevió a hacerlo además de mi), iniciamos la subida hacia la ruta, que me dejó agotado, al punto que preferí no bajar a conocer la más famosa de las cascadas: “El Pailón del Diablo”, solo para evitar la fatiga de tener que subir después no se cuantas decenas de escalones. Así que me quedé comiendo unas bananas fritas mientras conversaba con Nacho, Daisy, su mamá, y otra señora que había decidido no bajar.





A la noche me fui a las piscinas de aguas termales. En la primera en la que me metí, el agua estaba demasiado caliente y empecé a sentir que el cuerpo se me dormía, y que iba a descomponerme, así que preferí quedarme en la otra, más grande y más templada. El complejo tiene una enorme terraza desde la que se contemplan las montañas, y la enorme cascada que desciende allí mismo desde lo alto del cerro.


Al día siguiente, desocupamos el cuarto y nos fuimos caminando hasta el zoológico. En el camino, un kiosquero nos convidó con jugo de caña. Además compramos algunos dulces típicos (que en mi caso llegaron a casa aplastados ya que todavía me quedaban unos 20 días de viaje). El zoo de Baños cuenta con una fauna interesante aunque en ciertos casos las jaulas, sobre todo las de las aves, son demasiado pequeñas y uno siente pena por ellos. Nunca había estado en un zoológico en plena montaña, con subidas y bajadas, donde uno mira a los cóndores desde arriba, y con unas vistas increíbles de los alrededores. Nacho, por su parte, se sacó el gusto de ver en vivo a algunos ejemplares de tortugas galápagos, aunque no tan gigantes ni activas como las que había visto yo en las islas. Después de divertirnos un largo rato viendo a los monos, y de almorzar un Volquetero (ensalada de chochos, atún, cebolla, tomate, naranjas y no sé cuántas cosas más). De allí nos fuimos a buscar nuestro equipaje para partir hacia un nuevo destino: Lactacunga.   











2 comentarios:

  1. Cómo que no bajaste a conocer El Pailón del Diablo!! Jaja! Me imagino el cansancio.
    Te sigo leyendo! Buenísimo!

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  2. Y bueno. Me había propuesto que este sería sobre todo un viaje de relax, ya que del anterior viaje por Brasil había vuelto agotado. Me consolé pensando que después de nuestras Cataratas del Iguazú no hay pailón ni diablo que puedan sorprenderme jejej.

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