TURI, ECUADOR, domingo 8 de enero de 2012
Era nuestra segunda tarde en Cuenca y nos bastaba para comprender lo que climatológicamente seguiría sucediendo hasta el final: sol por la mañana, lluvia por la tarde. Después de recorrer un poco la ciudad decidimos ir al mirador de Turi, el pueblo que se alza en lo alto de la ciudad. Después de todo, no teníamos otro plan mejor, y la lluvia era intermitente. Casi una hora nos costó encontrar un colectivo que fuera hasta Turi. “Caminen dos cuadras para allá”, decían unos, “Regresen cuatro cuadras hacia el otro lado”, decían otros. Y así, íbamos y veníamos a capricho de los habitantes de Cuenca, incluso de los colectiveros, que con total seguridad nos indicaban qué colectivo debíamos tomar, para que luego de una larga espera, el chofer nos dijera que teníamos que tomar otro.
A la mañana siguiente fuimos al Museo del Banco Central “Pumapungo”en el que además de las ruinas de Tomebamba, y el jardín botánico se accede a muestras artísticas, históricas, y etnográficas de alto valor cultural. Sin duda, uno de los lugares imperdibles de Cuenca si se quiere comprender la historia de esta bella ciudad.
Almorzamos, con Fabiana y Agustín y taxi mediante, volvimos a Turi, pero el kiosco de María estaba cerrado, y no recordábamos cómo llegar hasta la casa de Luis. Por fortuna, encontramos allí a un argentino y un ecuatoriano, amigos ellos, con muy buena onda, que nos convidaron con cerveza y se ofrecieron a llevarnos en su 4x4 hasta la casa de Luis. Así, andando, y andando, intuyendo, y preguntando, conseguimos llegar.
Más tarde, los vecinos nos recibieron en el museo. Un humilde pero cuidado espacio al que han remodelado para exhibir todo aquello que comprueba la existencia de restos arqueológicos en Turi. Restos que ya han sido estudiados por arqueólogos, otorgándole rigor científico a lo que algunos descalifican como meras suposiciones del vecindario. Un informe del INPC realizado en 2010 reafirma la postura de este grupo de vecinos e indica un área de9 hectáreas
(precisamente en las que se pretende levantar la prisión) como espacio de
conservación cultural.
Era nuestra segunda tarde en Cuenca y nos bastaba para comprender lo que climatológicamente seguiría sucediendo hasta el final: sol por la mañana, lluvia por la tarde. Después de recorrer un poco la ciudad decidimos ir al mirador de Turi, el pueblo que se alza en lo alto de la ciudad. Después de todo, no teníamos otro plan mejor, y la lluvia era intermitente. Casi una hora nos costó encontrar un colectivo que fuera hasta Turi. “Caminen dos cuadras para allá”, decían unos, “Regresen cuatro cuadras hacia el otro lado”, decían otros. Y así, íbamos y veníamos a capricho de los habitantes de Cuenca, incluso de los colectiveros, que con total seguridad nos indicaban qué colectivo debíamos tomar, para que luego de una larga espera, el chofer nos dijera que teníamos que tomar otro.
Terminamos en un taxi que nos llevó por tres dólares. Cuando
llegamos a Turi se había largado a llover con todo, y la palabra “mirador”
causaba gracia porque no se veía prácticamente nada a excepción de las nubes.
Entonces, nos refugiamos bajo el toldo de un kiosquito donde tomamos un café
con unas ricas empanadas de queso. María, la señora del kiosco, nos empezó a
hablar de las dificultades que tenían allí para vivir dignamente, del agua que
se corta cada dos por tres, del asfalto que nunca llega, del escaso acceso al
estudio que tienen los jóvenes, ya que la mayoría debe bajar a la ciudad para acceder
a un futuro mejor. Y lo más preocupante para ellos: el centro de
rehabilitación. Una cárcel que el gobierno pretende construir allí, en un sitio
que ellos consideran sagrado, pues dicen haber hallado vestigios de una
ciudadela ancestral en el lugar donde se accede a la vista más excepcional de
la ciudad de Cuenca. Y esto los tiene a todos sumamente preocupados. De todo
esto conversaba con María, mientras le pedí permiso para grabarla y la apuntaba
con mi cámara.
-¿Usted no quisiera acompañarme acá cerquita, donde los
vecinos le podrían explicar mejor todo esto? ¡Yo pago el taxi!
Cuando Nacho regresó de no sé qué baño improvisado al que
había ido, ya teníamos el paseo organizado: María había ido en busca de un taxi
mientras dejaba a su madre septuagenaria a cargo del kiosco, y nos llevaría a
una especie de garage en el que habían construido una especie de museo, con
restos arqueológicos hallados en el sitio donde el alcalde proyectaba construir
la tan temida cárcel.
Ya era de noche, y el taxi nos condujo por unas calles
oscuras cada vez más altas (desde abajo parecía que no había punto más alto que
el mirador), hasta que descensimos en la puerta de una casa. María pidió que la
acompañásemos mientras golpeaba una y otra puerta convocando a los vecinos con
carácter urgente “Han venido unas personas de Argentina que quieren
escucharnos”, decía.
El encuentro finalizó en la casa de Luis, otro vecino, junto
a María y otra señora, que nos explicaron detalladamente cómo el gobierno
municipal pretendía justificar una importante suma de dinero malversado, en la
construcción de la prisión, en unas hectáreas que hasta entonces eran patrimonio
cultural de Turi, y donde ya habían instalado unas torres para celulares que
afeaban el paisaje. Además, los invadía un profundo temor basado en “la clase
de gente” que empezaría a andar por las calles del pueblo, con una cárcel de la
magnitud que se preveía.
Más de una hora estuvimos charlando con ellos, y sus
intenciones eran que difundiéramos el problema que los aquejaba, tanto a lo
largo de nuestro viaje, como después de nuestro regreso a la Argentina. Nos
regalaron unos CD’s con un documental sobre el impacto ambiental y sociológico
que las cárceles han provocado en otros lugares del Ecuador. Cuando terminó la
charla, Luis se ofreció a llevarnos a nuestro hotel, primero dejamos a María en
su quiosco, y ante la insistencia de Luis, fuimos al sitio donde a ellos les
encantaría que se construyera un complejo turístico.
El camino hacia el lugar no causaba miedo sino más bien
terror. Era un camino de altura, de tierra, circular, donde a excepción de las
luces de la camioneta, todo se veía negro. Sin embargo, se nos salieron los
ojos del asombro cuando llegamos al lugar en cuestión. La lluvia ya había
cesado, el cielo estaba despejado, y desde allí podía verse toda, pero toda la
ciudad de Cuenca, totalmente iluminada, como un inmenso árbol navideño. Un
mirador diez veces más impactante del que existe en la actualidad.
Entre una historia y otra, Luis nos llevó al hostel, y nos
invitó a regresa al día siguiente, ya que no habían conseguido dar con la llave
del “museo”, y además, quería que echáramos un vistazo al mirador a la luz del
día. Fascinados con el inesperado “tour” contamos la experiencia a Agustín y a
Fabiana mientras cenábamos unos tacos en uno de los pocos bares abiertos aquel
domingo por la noche.
A la mañana siguiente fuimos al Museo del Banco Central “Pumapungo”en el que además de las ruinas de Tomebamba, y el jardín botánico se accede a muestras artísticas, históricas, y etnográficas de alto valor cultural. Sin duda, uno de los lugares imperdibles de Cuenca si se quiere comprender la historia de esta bella ciudad.
Almorzamos, con Fabiana y Agustín y taxi mediante, volvimos a Turi, pero el kiosco de María estaba cerrado, y no recordábamos cómo llegar hasta la casa de Luis. Por fortuna, encontramos allí a un argentino y un ecuatoriano, amigos ellos, con muy buena onda, que nos convidaron con cerveza y se ofrecieron a llevarnos en su 4x4 hasta la casa de Luis. Así, andando, y andando, intuyendo, y preguntando, conseguimos llegar.
En esta oportunidad Luis, y su cuñado nos condujeron al
mismo sitio donde habíamos estado por la noche, conocido como Icto Cruz, y
efectivamente, parecía increíble que en aquel lugar fuese a construirse una
prisión en lugar de ser explotado turísticamente. Bastaba remover un poco el
pasto para encontrar decenas de trozos de cerámica sobre lo que aparentemente
alguna vez fueron terrazas de cultivo. Nos quedamos una media hora allá arriba
observando la majestuosidad de Cuenca, y después fuimos al terreno donde se
levantarían los cimientos de la cárcel.
Se trataba de la única zona relativamente llana entre tantos desniveles, donde todavía existía la casa en la que Luis se había criado. Una casa de la que sus padres habían sido caseros, y que hoy se encuentra semidestruida y en completo estado de abandono. Esa casa de hacienda fue declarada Patrimonio Cultural por el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC), fundamentándose en su relevancia histórica, pero sin embargo, está previsto demolerla para construir la prisión. Lo que más nos sorprendió fue ver muy cerca de la casa, unas columnas de piedra que se elevaban unos cincuenta centímetros desde el suelo, y que probablemente no fuesen otra cosa que muros pertenecientes a alguna ciudadela ancestral que se encontraba allí mismo, debajo de nuestros pies. El INPC lo describe como "dos fragmentos de un mismo camino de piedra con muros hacia los lados, interpretándose como un camino Cañari y que fue parte del Qhapaq Ñan en tiempos incas.” Además, el mismo INPC confirma “la existencia de varios muros de contención, uno de ellos Cañari y otros republicanos, estos últimos se presume que son parte de la construcción de la casa de hacienda que se ubica en la parte central del predio, mismo que está registrado como bien cultural del Estado”.
Se trataba de la única zona relativamente llana entre tantos desniveles, donde todavía existía la casa en la que Luis se había criado. Una casa de la que sus padres habían sido caseros, y que hoy se encuentra semidestruida y en completo estado de abandono. Esa casa de hacienda fue declarada Patrimonio Cultural por el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC), fundamentándose en su relevancia histórica, pero sin embargo, está previsto demolerla para construir la prisión. Lo que más nos sorprendió fue ver muy cerca de la casa, unas columnas de piedra que se elevaban unos cincuenta centímetros desde el suelo, y que probablemente no fuesen otra cosa que muros pertenecientes a alguna ciudadela ancestral que se encontraba allí mismo, debajo de nuestros pies. El INPC lo describe como "dos fragmentos de un mismo camino de piedra con muros hacia los lados, interpretándose como un camino Cañari y que fue parte del Qhapaq Ñan en tiempos incas.” Además, el mismo INPC confirma “la existencia de varios muros de contención, uno de ellos Cañari y otros republicanos, estos últimos se presume que son parte de la construcción de la casa de hacienda que se ubica en la parte central del predio, mismo que está registrado como bien cultural del Estado”.
Más tarde, los vecinos nos recibieron en el museo. Un humilde pero cuidado espacio al que han remodelado para exhibir todo aquello que comprueba la existencia de restos arqueológicos en Turi. Restos que ya han sido estudiados por arqueólogos, otorgándole rigor científico a lo que algunos descalifican como meras suposiciones del vecindario. Un informe del INPC realizado en 2010 reafirma la postura de este grupo de vecinos e indica un área de
Pero el enfrentamiento ya es una realidad. El presidente de la Junta Parroquial ha cambiado su
parecer y defiende ahora la postura del alcalde. El pueblo está dividido entre
aquellos que concuerdan con la construcción del centro de rehabilitación porque
lo consideran un factor de progreso que traerá no sólo puestos de trabajo sino
avances y mejoras en los servicios públicos, y aquellos que pretenden conservar
el patrimonio histórico y cultural, y se espantan con la sola idea de tener una
cárcel en su barrio. Las acusaciones, en tanto, van y vienen. Unos aseguran
contar con pruebas de que la cárcel es la excusa perfecta del alcalde para
justificar una importante suma de dinero que se ha malversado hace unos años.
Otros llegan al punto de aseverar que los restos arqueológicos hallados fueron
puestos ahí previamente por los mismos vecinos para darle al lugar una
connotación histórica que no tiene.
Mientras tanto, marchas, protestas y enfrentamientos signan
el presente de este pueblo, hasta el Presidente de Ecuador, Rafael Correa ha intervenido
en el asunto, asegurando a los habitantes de Turi, que la cárcel no será
construida en Icto Cruz, pero sin embargo, el proyecto avanza y algunos lo
consideran ya un hecho. Meses después de mi visita a Turi, el conflicto no solo
continúa sino que se ha profundizado, en aquel rincón del Ecuador.
Más información sobre el conflicto en Turi:
El INPC entrega al Municipio de Cuenca y a la Junta Parroquial de Turi, el estudio de Icto Cruz
Turi no permite construcción de cárcel en su territorio
Incidentes en Cuenca por construcción de cárcel en la parroquia Turi
Más información sobre el conflicto en Turi:
El INPC entrega al Municipio de Cuenca y a la Junta Parroquial de Turi, el estudio de Icto Cruz
Turi no permite construcción de cárcel en su territorio
Incidentes en Cuenca por construcción de cárcel en la parroquia Turi
No hay comentarios: