CUENCA, ECUADOR, viernes 6 de enero de 2012
Llegamos a Cuenca cerca de las 9 de la noche. Llovía a
cántaros y hacía demasiado frío para estar en remera y bermudas. Había salido
aquella mañana del aeropuerto de Baltra, y había pasado por Guayaquil
padeciendo el calor de aquellas latitudes. Pero Cuenca, en plena sierra del
ecuador, nos recibía con un clima muy distinto. Los taxistas, para colmo, se
negaban rotundamente a llevarnos, bajo el argumento de que en el centro había
mucho tránsito. Otro se excusó en que las calles estaban cortadas. Mientras tanto
nosotros seguíamos allí, en la parada de taxis de la Terminal , bajo un
techito, con nuestros equipajes, muertos de frío, preguntando a cada taxista
que llegaba, hasta que ante tanta negativa me quejé:
-Es la primera ciudad que conozco en donde los taxistas se
niegan a llevar pasajeros-, dije.
-Señor-, respondió el chofer ante la queja.-¿Acaso no sabe
que día es hoy?
-Viernes-, le respondí, ya que no tenía la menor idea de la
fecha.
-¡Hoy es seis de enero, señor!-
-Ajá, ¿y con eso qué? ¿Es el día del taxista y por eso no
trabajan?
-No, señor-contestó molesto por la ironía- Hoy hay fiesta en
el centro, las calles están cortadas, tardaremos el doble de tiempo que en
cualquier día normal.
Ante mi insistencia, el caballero accedió a dejarnos a unas
pocas cuadras del centro, cobrándonos 1 dólar más de lo que costaba normalmente
el viaje.
Entre la llovizna, el cansancio del viaje, y el apuro, dos
chicos que quisieron venderme marihuana mientras me desesperaba por hallar un
hostel. Los pórticos de las casas, los tejados, las ventanas de estilo
colonial, la lluvia y la venta de marihuana, todo me recordaba a Cuzco, y como
no era el momento de detenerme a apreciar el paisaje, la sensación era la de
haber regresado a Cuzco de repente.
Finalmente conseguí en la calle Borrero tres hostales
distintos y nos quedamos con “El Monarca”, donde el cuarto nos costó solamente
7 dólares por noche. Una vez instalados, fuimos al cíber de la esquina donde la
conexión con Internet era imposible, y terminé llamando a casa por teléfono
para avisar que ya no estaba en Galápagos, y que continuaba mi viaje por
Ecuador continental.
Salimos a ver qué pasaba en las calles, y cuando saqué mi
cámara todas las brujas, esqueletos, angelitos y otros personajes saludaban al
lente. Fue así como conocimos a cuatro jóvenes que me convidaron con un trago
en la puerta de la Iglesia
de la Merced. Muy
buena onda los pibes, que nos introdujeron un poco a las costumbres y los modos
de vida de la sierra, muy distintos a los de Montañita o de las Islas
Galápagos. Ellos nos explicaron que por aquellas horas se celebraba el día del
inocente, y que hasta hacía un rato habían recorrido las calles unas carrozas y
que el festejo concluyó con fuegos artificiales. Ahora se disponían a
divertirse por calles y bares hasta las 2 de la mañana, el horario a partir del
cual, reglamentariamente, todos los negocios cierran y las personas deben irse
a dormir.
Ante mi comentario de que en Argentina, el Día de los
Inocentes era el 28 de diciembre, ellos aclararon que allá en Ecuador también,
pero, además, existe esta otra fecha, la del 6 de enero, que es tradición
festejarla disfrazándose. A decir verdad, comprobé que nadie tenía mucha idea
de lo que estaban festejando ni de por qué se disfrazaban. “Y, porque es seis
de enero”, me respondía todo al que le preguntaba.
Después de cenar una exquisita quesadilla de pollo en un bar
del centro, nos fuimos a recorrer la plaza central ya eran la una de la mañana
y nos llamó la atención que estaba completamente vacía, ni un auto, ni una
persona, no había absolutamente nadie que pasara por ahí, y eso que estaba a
tan solo tres cuadras de la fiesta, que por otra parte, a aquellas horas, ya
prácticamente había terminado. Viernes por la noche, el alcalde había
autorizado cortar las calles hasta las dos, puesto que se trataba de un festejo
tradicional. Y sin embargo, todo el mundo a encerrarse en sus casas si quieren
continuar con la fiesta, o, como lo hicimos nosotros, ¡a descansar que no todo
es joda en la vida!
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