Cotacachi es un pueblo de poco
más de 40.000 habitantes en la provincia de Imbabura, entre las ciudades de
Otavalo e Ibarra. Se destaca por su arquitectura colonial y la producción de
artesanía en cueros. Allí me recibió Marcelo, un miembro de couchsurfing y chef
profesional, que actualmente trabaja en el buffet de un colegio por las
mañanas. Sí, sí, sí… ya sé lo que están pensando, y piensan bien: me lo pasé
comiendo de lo más rico. Marcelo es un apasionado de la cocina y durante los
días que estuve en su casa ¡hasta me preparaba el desayuno!. Me lo dejaba listo
sobre la mesa antes de irse a trabajar. La verdad, me atendió como a un rey, y
yo que no tengo muchas habilidades culinarias… me limitaba a lavar y secar los
platos.
Estuvimos casi una hora esperando
el bus para regresar hasta el centro, y cada tanto, una tenue llovizna
amenazaba con regarnos de pies a cabeza. Mientras tanto, Marcelo me contaba la
historia de aquella laguna que se veía a algunos metros de distancia. La
historia, que en realidad difiere bastante de la que Marcelo me contó, dice que
en aquella laguna se produjo la batalla de Yahuarcocha, entre los incas y las
tribus de la zona que se negaban a ser conquistados por el gran imperio. La
misma duró varios días y los incas vencieron dejando un saldo de muertos que
algunos historiadores ubican en 50.000, por lo que la laguna se tiñó de rojo
debido al derramamiento de sangre y adquirió entonces el nombre por el que hoy
se la conoce: Yahuarcocha (lago de sangre en quechua).
Cuando por fin vino el bus, dimos
un paseo por el centro histórico de Ibarra y tomamos un café muy rico en el
patio de un enorme bar de estilo colonial. Cuando nos fuimos, pasamos por una
heladería donde vendían helados de paila, que son típicos ahí en la zona y
también en Colombia. Es un tipo de helado cuyo proceso de congelamiento
consiste en preparar el helado en una paila (olla) de cobre y mezclándolo con
una espátula sobre un barril de hielo. Una preparación muy extraña que no he
tenido oportunidad de observar en persona, pero si sé que todo el proceso de
congelamiento se hace en forma manual.
Al otro día fuimos a Otavalo,
donde Marcelo tenía que hacer un trámite en el correo, y yo aproveché para
comprar regalos para la familia: una remera, unos ponchos de alpaca, carteras,
monederos y algunas chucherías a muy buen precio. El mercado artesanal de
Otavalo es el más grande de Sudamérica.
El siguiente paseo fue una
invitación de Marcelo: la navegación por la laguna de Cuicocha, que se
encuentra dentro de un cráter volcánico dentro de una reserva ecológica. En
algunos sectores de la laguna puede observarse como el agua burbujea debido a
la actividad volcánica.
Después de un breve recorrido por
la noche de Cotacachi, y de una exquisita cena, que por supuesto preparó
Marcelo, nos quedamos charlando como hasta las tres de la mañana, y al día
siguiente, después de despedirme de mi anfitrión emprendí mi regreso a Quito,
sólo por un día, y para ir a ver una obra del consagrado dramaturgo argentino
Arístides Vargas, en su teatro “Malayerba”. Mientras esperaba el bus en la plaza
de Cotacachi pude observar una procesión de personas que llevaban en andas a la
imagen de una virgen, con orquesta incluida y todo. No sé qué se celebraba
aquel día, pero la misma escena se repitió después, en varios tramos del
trayecto hacia Quito.
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