Más tarde disfrutamos de un exquisito almuerzo preparado por Lino a orillas de la Laguna Cañapa, una laguna multicolor repleta de flamencos.
Después conocimos la Laguna Hedionda, que como su nombre lo indica, tiene un olor nauseabundo, producto de los minerales que la componen, principalmente el azufre. Allí los flamencos disfrutaban de un almuerzo de algas bien suculento para sus estómagos.
Seguimos viaje ya por el desierto, donde era común ver pequeños huracanes que amenazaban con volarnos por los aires y paramos a tomar unas fotos en el Desierto de Siloli, donde todo se veía rojo. Este desierto se encuentra a 4.700 metros sobre el nivel del mar y un poco más adelante nos encontramos con un arenal en el que pudimos observar un conjunto de rocas volcánicas que forman diferentes figuras, entre ellas el famoso “árbol de piedra”.
Un poco más adelante está la entrada a la Reserva Nacional Eduardo Avaroa, en conflicto por esos días, ya que el estado boliviano había incrementado el precio de la entrada en un 500 % de un día para el otro, y muchos turistas no habían sido informados de esto al salir de Uyuni, lo que originó una larga discusión con las autoridades del lugar y una rebelión por parte de los guías y choferes, que en su mayoría terminaron ingresando a la reserva salteando la barrera, sin que los pasajeros abonasen.
En nuestro caso, después de pagar 150 bolivianos pudimos ingresar y visitar la Laguna Colorada, un paisaje impresionante, propiamente de otro planeta. Las aguas de la laguna son rojas y está rodeada de borax, un mineral parecido al yeso, lo que la convierte en un lugar único en el planeta.
Debido al frío y la hora, no estuvimos más de 15 minutos en la laguna colorada. A poco de allí se encontraba nuestro hospedaje. El pequeño inconveniente que tuvimos fue que el hospedaje reservado por la agencia ya había sido ocupado (supuestamente debido a nuestra demora en la entrada de la reserva), por lo cual terminamos en otro lugar, totalmente abandonado, donde hubo que romper un candado para ingresar, pero Lino, junto a los otros guías lo acondicionaron en pocos minutos. Compartimos allí la cena con el grupo que viajaba por la misma agencia pero en otra camioneta; una pareja de argentinos, una francesa, una colombiana, un chileno y un alemán. La altura se comenzaba a sentir y me desperté varias veces durante la noche con la sensación de que me faltaba el aire. Pero fue un inconveniente menor. Además, la noche duró poco, ya que a las 4.30 debíamos levantarnos para continuar con la aventura.
Mirá los videos de este capítulo:
http://www.vimeo.com/12471679
http://www.vimeo.com/12570177
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