Ese día nos levantamos muy temprano. Todavía no había amanecido. Hacía muchísimo frío cuando llegamos a los géisers Sol de la Mañana. Jamás había visto un géiser en persona. Por empezar el paisaje allí es increíble. Si una persona despertara en ese lugar, sin que se le advierta que está en Bolivia, pensaría sin lugar a dudas que fue teletransportado al planeta Marte. El suelo es rojo, y adquiere todas las tonalidades de ese color que uno pueda imaginar. Los géisers elevan a unos cuántos metros una importante cantidad de lava, y es como si el diablo estuviese escupiendo sangre desde el centro de la tierra. Por todas partes uno puede ver la actividad de esos géisers que emiten constantemente el sonido típico de la ebullición. También pueden verse fumarolas que alcanzan una gran altura. Si no fuese porque el tour debía continuar me hubiese quedado todo el día allí.
A unos pocos kilómetros nos sumergimos en una piscina natural de aguas termales. A esta altura ya había amanecido. El frío había cesado bastante y el agua estaba espectacular. Después del chapuzón desayunamos a orillas de la laguna. Los desayunos que preparaban los guías eran como para un batallón. Imposible quedarse con hambre.
De allí partimos hacia las cercanías del volcán Licancabur, en el límite con Chile. A sus orillas contemplamos la laguna blanca y la laguna verde. Esta última tiene un color verde esmeralda debido a la cantidad de algas que posee. Lino nos explicó que cuando hay mucho viento, el verdor de la laguna disminuye, porque las algas son empujadas hacia abajo.
Mirá el video de este capítulo:http://www.vimeo.com/12702195
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