La presencia del empleado de la agencia turística en la puerta de mi cuarto me generó cierta desconfianza. No lo quise acompañar y le aseguré que se fuera tranquilo, que en media hora yo estaría listo en la puerta de la agencia. El problema era que mis compañeros de cuarto Matías y José se habían quedado de juerga por los pubs cuzqueños, y vaya uno a saber en cual de todos ellos estaban.
Terminé de ordenar todo y salí rápido de allí, recién estaba amaneciendo. Cuando llegué a la Plaza de Armas divisé a los brasileros en la puerta de un pub, pasados de sueño y de alcohol. Estaban haciendo tiempo para no ir al hotel y quedarse dormidos. No estaban enterados de nada de lo que había pasado durante la madrugada. Cuando los puse al tanto salieron volando al hotel, a agarrar plata y dejar sus mochilas listas además de ordenar el caos de ropa desparramada que habían dejado en el cuarto. Les dije que se apuraran, que yo explicaría en la agencia lo que pasaba y les pediría que los pasásemos a buscar por la puerta del hotel.
Cuando llegamos, ya Matías y José estaban en la puerta. El tipo se bajó y yo atrás. Sabía que Matías iba a poner el grito en el cielo porque él ya había pagado la seña por los tres, apenas llegué agitaba sus brazos y gritaba: “¿Pero cómo que hay que pagar de nuevo?”. No podía explicarle que yo llevaba el dinero encima pero tenía miedo de que el peruano me robara y por eso le dije que la plata la tenían ellos.
Media hora después de haberme despertado, se despejó el derrumbe y continuamos viaje. Mi mayor preocupación eran las crecientes ganas de ir al baño. No habían pasado quince minutos que debimos parar por un desperfecto en la Van. Media hora más. Afortunadamente fue en un pequeño pueblito y eso me posibilitó ir al baño mientras intentaban arreglar el vehículo.
Otra media hora. Tercera parada. No entiendo nada de mecánica pero comprendí que a ese paso nunca llegaríamos a la Hidroeléctrica antes de las cinco de la tarde, horario en el que muchos debían tomar el único tren que va hasta Aguas Calientes. Pero eso a nosotros no nos preocupaba tanto porque ya habíamos decidido ir caminando por las vías.
Nosotros llegamos hasta la estación Hidroeléctrica donde tuvimos que registrarnos para emprender desde allí la caminata más linda que realicé en mi vida, nada menos que hasta Machu Picchu.
Es importante destacar que el paisaje que disfrutamos en las 11 horas que duró el viaje es inigualable. No apto para vertiginosos. La primera parte del camino es de cornisa pero asfaltada y señalizada, aunque siempre hay riesgos de derrumbes. Después nos internamos en la selva y más tarde, ya en caminos de ripio, atravesamos ríos y ladeamos cerros teniendo desde allí unas vistas impresionantes. Los imprevistos son siempre parte del viaje pero vale la pena hacerlo si se quieren disfrutar a pleno las maravillas paisajísticas que ofrece el Perú.
Mirá los videos de este capítulo:
http://www.vimeo.com/14379181
http://www.vimeo.com/14409248
http://www.vimeo.com/14438462
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