GUAYAQUIL, ECUADOR, viernes 30 de diciembre de 2011
Por segunda vez andaba con mi mochila a cuestas esquivando
gente en la multiconcurrida Terminal de ómnibus de Guayaquil, pero esta vez no
iba acompañado por un correntino, sino por un israelita. Avi, que así se
llamaba el muchacho a quien había conocido en el micro, quiso acompañarme
durante mi breve estadía en la ciudad más grande el Ecuador, ya que no tenía
idea de ningún hostel por la zona,y yo llevaba tres o cuatro agendados en mi
cuaderno de viaje.
Él se quedó cuidando mi equipaje mientras yo telefoneaba al Hostal Manso, del cual tenía buenas referencias y cuya ubicación, justo frente al Malecón era privilegiada. La recepcionista me dijo que fuese tranquilo, que contaban con dos camas en un cuarto compartido, a 12 dólares la noche.
Taxi mediante, nos fuimos al Manso. El taxista, muy amable,
fue haciéndonos una especie de city tour en el cual nos mostraba los edificios
de la ciudad, el faro, el barrio Las Peñas y todo lo que íbamos encontrando a
nuestro paso.
El hostal Manso es muy lindo, nos hospedamos en el “cuarto
azul”, reservado para hombres, junto a un chico oriental con el que no llegué a
intecambiar palabras, y Theo, un americano que acababa de llegar.
Después de una ducha, fuimos a buscar algún lugar donde
comer. En el hostal había almuerzos por sólo 3 dólares pero supuse que en los
alrededores encontraríamos menús aún más económicos. Sin embargo, me equivoqué.
No hallamos nada que no fuera comidas rápidas a lo largo de la avenida 9 de
Octubre. Terminamos comiendo una presa de pollo con papas fritas que nos dejó
con hambre.
Después del almuerzo fuimos a recorrer el Malecón 2000. Allí
comprobamos que nos habíamos equivocado fiero a la hora de ir a buscar donde
comer, ya que en el malecón hay varios patios de comidas.
El lugar me recordaba a Puerto Madero, en Buenos Aires,
aunque mucho menos sofisticado, y mucho más familiar. Bordeando el río Guayas
se encuentra este malecón de dos kilómetros y medio de extensión. Es atractivo,
moderno, seguro, y limpio. Cuatro premisas básicas para un cualquier paseo
urbano de una gran ciudad.
A lo largo del mismo hay un complejo de cines, locales
comerciales, un jardín botánico, un área de juegos infantiles, la Torre Morisca , la Plaza Olmedo , el Club
de la Unión y
el Palacio de Cristal (antiguo mercado), entre otros sitios interesantes. El
barco Pirata Morgan, ofrece paseos por el Río Guayas se lo puede encontrar en
la entrada de la calle Aguirre, casi enfrente del Hostal Manso.
Un ícono de la ciudad es el Hermiciclo de Rotonda, monumento
a los libertadores San Martín y Bolívar, que recrea la famosa entrevista entre
ambos próceres llevada a cabo en Guayaquil en 1822.
A las cinco en punto, Fernando, un usuario de la comunidad
de www.viajeros.com me pasaba a buscar
por el hostal para acompañarme a conocer la ciudad. Fernando se había ofrecido
por su cuenta, y como Avi prefirió quedarse descansando, le propuse a Theo si
quería sumarse al paseo. No conocía a Fernando, y si bien es cierto que me he
hospedado muchas veces en casas de desconocidos, la situación esta vez era
diferente: no lo había conocido a través de couchsurfing, más bien él se había
contactado conmigo y me pasaba a buscar en su auto.
Bastaron cinco minutos para saber que mi anfitrión en la
ciudad, no sólo era digno de absoluta confianza, sino que desbordaba simpatía y
amabilidad. Y lo mismo sucedería un rato después, con las personas que se
fueron sumando al grupo: Diana y Héctor (al que siempre llamé Víctor), ambos
guayaquileños, Zeneida, una peruana amiga de Fernando que había llegado a pasar
allí el año nuevo, y Juan, quien llegaría poco más tarde cuando ya la confianza
entre todo el grupo era absoluta y estábamos en plena fiesta.
El primer lugar que visitamos fue la calle seis de marzo.
¡Dios mío! Había leido mucho sobre la espectacular feria de años viejos en
aquella calle en vísperas del año nuevo pero jamás imaginé la magnitud de la
misma. Además, era algo que hacía tiempo deseaba conocer, y debido a mi vuelo a
Galápagos al día siguiente, creí que me lo perdería.
Ya expliqué en el capítulo anterior lo que son los años
viejos en esta región de Sudamérica. Pero a diferencia de los que había visto
en Montañita, vestidos con ropas y realizados por cada familia o comercio,
estos estaban realizados a escala industrial, y eran fieles reproducciones, de
todos los tamaños imaginados, de cientos de personajes populares. Desde Shrek hasta la Mujer Maravilla y el Chavo del 8 con toda su vecindad completa, hasta
Mafalda, los personajes de Disney y los presidentes Chávez y Correa, cientos y
cientos de muñecos de papel maché se exponían para su venta a lo largo de la
calle 6 de marzo y sus adyacentes.
En una hora pasé del apacible momento que habíamos pasado con Avi contemplando el Guayas desde el malecón, en absoluto silencio, ya que estábamos agotados por el esfuerzo de entendernos, (había desistido del cetáceo y empeñado por que me comprenda me salían sin que me lo propusiese palabras en portugués, con lo que el pobre israelita terminó más confundido de lo que estaba) al caos provocado por el gentío que se aglomeraba en la calle mezclándose entre los muñecos. El espectáculo me puso eufórico y me lo pasé corriendo de un rincón a otro de la calle para filmar y tomar fotos. Pese a la fama de Guayaquil, me pareció que se vivía un clima bastante seguro, el único inconveniente lo tuve cuando me puse a filmar a alguien vestido de Chuky con quien la gente se tomaba fotos, y el muñeco diabólico se me vino encima para exigirme que le pague por apuntarlo con mi cámara.
Más tarde, con Fernando como guía, nos fuimos al barrio Las Peñas. Fernando nos
contó la historia de este pituco barrio colonial y yo estuve como dos horas
decidiendo qué recuerdo llevarme de una tienda artesanal.
Subimos entonces al cerro Santa Ana, repleto de gente a
aquellas horas de la noche. El pintoresco barrio histórico que se alza sobre el
cero, ha sido remodelado y uno puede encontrar todo tipo de tiendas y bares a
lo largo de los 444 escalones que se precisan subir para alcanzar la cumbre.
A mitad de camino paramos para tomar unas cervezas,
charlamos un poco de todo y hasta bailamos salsa, o al menos hicimos el
intento. Ahí fue cuando llegó Juan, un fanático cinéfilo, que conocía más de
cine argentino que yo mismo. Todos ellos, excepto Theo, y Zeneida, que
conformaban conmigo el grupo de visitantes, forman parte de un grupo llamado
“Bienvenidos”, cuya misión es recibir, acompañar, orientar y hacer pasar buenos
momentos a los viajeros que llegan a Guayaquil. Demás está decir que la cumplen
con creces.
En este punto del paseo me sentía ya absolutamente feliz de
haber conocido a estas personas, cuando había partido solo de Montañita y
estaba visitando Guayaquil por primera vez y solamente por ese día, con la mera
intención de dar una vuelta por la ciudad, ya que tendría tiempo para conocerla
bien sobre el final de mi viaje.
Después de las cervezas seguimos el ascenso hasta el escalón 444, y allí accedimos a una vista privilegiada de la ciudad, junto al faro, al fortín y a la capilla Santa Ana.
Terminamos la noche cenando lo que conseguimos (en mi caso
un chaulafán), puesto que los comercios ya estaban cerrando en el patio de
comidas del Malecón. Luego Juan nos acompañó a Theo y a mí hasta el hostel.
Cuando llegué, Avi estaba de muy mal humor. Había salido a dar una vuelta y cuando regresó comprobó que habían sustraído de su mochila su cámara fotográfica y su Laptop.
Intenté averiguar un poco acerca del momento en que se
habría cometido el hurto pero no comprendí mucho ya que Avi nos contó en inglés
lo que había pasado. Sentí un poco de culpa porque yo era quien había llevado a
Avi a aquel hostal, diciéndole que era el mejor lugar que había encontrado a
través de Internet.
Eran casi las dos de la mañana cuando me fui a dormir, después de haberme despedido de Theo y de Avi, un poco amargado por ese asunto del robo, pero expectante por mi inmediato vuelo a las Islas Galápagos, y satisfecho por todo lo que había hecho durante el día, por los buenos momentos y los nuevos amigos con los que Guayaquil me había recibido. A muchos de ellos los volvería a ver, pero eso sucedería recién sobre el final de esta fantástica aventura por la mitad del mundo.
Simplemente!!!!!!!!!!
ResponderEliminarMAGNIFICOOOOOOOOOOO!!!!!!!!!!!!!!
ME ENCANTA!!!!!!!!!!
Fue un gustazo haberte conocido Gaston y cuentas con nuestra ayuda las veces que quiera para recorrer de nuevo nuestra hermosa ciudad...
Que lindas palabras que demuestra q te fuistes feliz de Guayaquil, yo también soy del grupo Bienvenido y sé lo fantastico q demostrar a todos los visitantes esa carisma y confianza, la próxima vez q vengas a Guayaquil te podemos ayudar con información de hoteles q ya tenemos referencia por otros viajeros q han salido con nosotros, y de comidaaaa no has probado muchas delicias jajaa y eso q mi mami cocina rico jaja, Saludos Gina
ResponderEliminarGina,es una lástima que no nos hayamos conocido, pero ya habrá oportunidad. Seguro regresaré algún día a Guayaquil. Y por supuesto que me fui feliz y encantadísimo.
ResponderEliminarDianis, esto no termina acá, ya serás protagonista de otro capítulo más adelante, el último! Pero habrá que esperar para eso jejej. Besos!.