Un nuevo anochecer me sorprendía en Brasil, pero esta vez en Ouro Preto, otra ciudad de estilo barroco, ciudad de universidades, de iglesias y de historia, cuya primera imagen nocturna me recordaba a una postal navideña, y es que por las noches, Ouro Preto, se vuelve de todos los colores. Desde lo alto de sus calles pueden observarse distintos puntos de la ciudad, que brilla como un árbol navideño.
Había decidido hospedarme en la República que Belizia, la chica de couchsurfing me había recomendado la noche anterior: “Calamidade Pública”. Había tenido la precaución de mirar en un mapa el lugar exacto donde se encontraba la residencia estudiantil, que era muy cerca de la Plaza Tiradentes, sin embargo no podía dar con ella.
Vi a unos muchachos salir de una República y les pregunté a ellos. Me dijeron que me había pasado como 10 cuadras, que regresara hasta la plaza, que poco antes de toparme con ella, doblara en la última calle y buscara un edificio verde y blanco con un cartel con el dibujo de un perro. Mi error había sido al parecer, buscar el edificio sobre la calle principal, cuando en realidad se encontraba a media cuadra de aquella. Hice lo que me indicaron, pero era difícil distinguir allí a qué le llamaban calle y me metí en una especie de callejón peatonal bastante intransitable, donde tenía que tomarme de las paredes para no resbalar y terminar rodando por los escalones (cuando los había, porque a veces sólo eran desniveles de piedra).
Cuando al fin llegué a la calle, seguí caminando deseando ya hospedarme en el primer lugar que encontrase. Hallar la “Calamidad Pública” se había vuelto una verdadera calamidad. Vi una estación de servicio donde pregunté a los empleados si la conocían pero la residencia parecía no existir. Decepcionado, pregunté por otras repúblicas en las que pudiera hospedarme, y me indicaron que allí enfrente había una.
Se llamaba TX, golpeé la puerta y me abrió un muchacho de unos 20 años. Efectivamente, allí todo el mundo estaba de vacaciones, y sólo él y otro más que oficiaba de encargado pasaban esa noche en la república. En un principio quisieron cobrarme 30 reales, pero cuando les dije que la “Calamidad…” me cobraba 15 aceptaron inmediatamente la oferta. Pagué los 15 reales, tiré mi mochila en una cama y me di una ducha sensacional.
Allí, en la república TX charlé un buen rato con mis anfitriones y puse a secar mi pantalón en el patio ya que estaba totalmente empapado. Además miramos algo de TV y allí supe que unos argentinos habían sido detenidos en Madrid con 800 kilos de cocaína en su poder. Debía levantarme muy temprano para tomar el bus hasta Congonhas ya que sólo salían 3 o 4 veces al día y como uso reloj, no tenía batería en mi celular ni había llevado el cargador, confié en mi despertador orgánico, que no es para nada confiable por cierto…
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