La fiesta duraría todo el día y mi presencia en Purmamarca se debía más que nada a recuperar las fotos que había perdido, por lo que, apenas me levanté me dispuse a recorrer el Paseo de los Colorados, camino que ya había realizado durante mi estadía en diciembre.
Mientras tomaba fotos de los colores purmamarqueños conocí a Romina, una chica de Buenos Aires que andaba sola y que recorría el paseo por primera vez, así que le hice una especie de visita guiada por el pueblo, y fuimos hasta el mirador que está del otro lado de la ruta, aquel al que no había podido ir en mi primera visita.
En la plaza, la gente se amontonaba, gauchos y paisanas desfilaban, y la gente bailaba frente al escenario donde un grupo interpretaba chacareras. Allí tuve mi último encuentro con un conocido, Lucas, un artista plástico de mi ciudad que andaba vacacionando por la zona.
Poco después del mediodía me despedí de Romina y fui a sacar el pasaje a San Salvador del Jujuy, ya que no hay micros que vayan directamente desde Purmamarca hasta Salta. A las tres de la tarde partió el micro y al cabo de dos horas llegué a San Salvador, donde me puse a buscar un remís, de los que según me habían dicho llevaban pasajeros hasta Salta por el mismo precio que los micros. En la búsqueda me encontré con otra chica de Moreno, sólo que esta vez no la conocía, quien también buscaba un remís pero para que la llevase hasta Purmamarca.
Encontré finalmente a los requeridos autos que salían desde la estación de servicio ubicada frente a la Terminal. Tres pasajeros más conformaban la tripulación y por 30 pesos cada uno, luego de un viaje muy tranquilo llegamos a Salta en el lapso de dos horas.
En la ciudad de las empanadas me encaminé hacia un hostel que nos habían ofrecido cuando llegamos allí con Mariano, allá por diciembre, y donde costaba 23 pesos el cuarto compartido, con desayuno y piscina. Pero febrero era temporada alta y los precios habían aumentado considerablemente. El precio ahora era de 35 pesos, y después de recorrer otros hostels regresé al primero, por su piscina, por la cercanía con la Terminal y porque me hicieron una rebaja de 5 pesos.
Luego de una buena ducha, salí a fotografiar la ciudad, y a recuperar algunas fotos del CD que había extraviado quien sabe donde. La Plaza 9 de Julio, la catedral, el Teatro Municipal en el que pude observar una exposición de vestuarios, y las fachadas de la iglesia de San Francisco y del Convento San Bernardo.
El viaje llegaba a su fin y decidí dejar los Valles Calchaquíes para otra oportunidad, ya que necesitaría al menos tres días más para conocerlos en profundidad.
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