Dediqué el día a recorrer Salta y sus bellezas paisajísticas y arquitectónicas. Al mediodía fuimos al cerro San Bernardo, ascendimos en teleférico. Hermosa la vista de la ciudad desde allí arriba. Estuvimos un buen rato recorriendo el mirador del cerro y después fuimos a la feria de la plaza San Martín donde me comí un sánguche con una gaseosa.
En Salta abundan las plazas, sin embargo, las veredas son angostas y en ninguna hay árboles. En el casco histórico las veredas son de empedrado igual que las calles, por lo que me costaba distinguirlas y en más de una oportunidad me sorprendieron a los bocinazos por estar sacando fotos en medio de la calle.
Me impresionó la cuidadosa iluminación de los edificios. La Catedral, una de las más lindas que vi, resalta por sus blancos y rosados. Junto a ella está el edificio del Arzobispado y la estatua de Juan Pablo segundo en la entrada. Por ser domingo los museos cerraban más temprano que lo habitual así que no llegué a visitar el Museo del Cabildo, pero sí el Museo de Arqueología de Alta Montaña, donde se exhiben las Momias de Llullaillaco, el Centro Cultural América, donde había una muestra excelente del artista plástico Alexander Guerra Hurtado, y el Museo de Arte Contemporáneo en el que encontré una muestra de pintura que no me gustó en lo más mínimo.
Por la noche cenamos pizza en la peatonal Balcarce, una zona muy concurrida repleta de restaurantes, discos y peñas. Llegamos justo cuando se desmontaba la feria que hay allí los domingos, y nos quedamos sacando fotos por allí hasta las tres de la mañana, con Javi, un chico de Buenos Aires que paraba en el mismo hostel que nosotros y que encontramos cuando estábamos cenando.
Las alturas nos esperaban así que compramos una bolsita de hojas de coca y en el hostel nos hicimos un té. El sabor es parecido al del té verde pero más fuerte. Nos acostamos a las 5. A las 9 había que partir hacia Purmamarca.
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